23/3/21
21/8/20
Enemigo oculto, la otra guerra
Por: Guido Sánchez Santur
El verano de 1995, el diario La Industria de Trujillo me
designó como reportero de guerra para cubrir el Conflicto del Alto Cenepa, el
último que sostuvo el Perú con Ecuador. Fue el acontecimiento más cercano que
tuve con la muerte y con la crueldad de la que es capaz el ser humano cegado
por sus ambiciones; una profunda lección para comprender la fugacidad de la
vida que hoy me evoca la memoria, a cinco meses de la pandemia Covid-19 que a
la mayoría nos mantiene sitiados, no en cuevas de zorro, sino en nuestras
propias casas.
Ese conflicto fue, crudo, duro, inhumando, agudizado por la
inclemencia del clima de la selva, en la provincia Condorcanqui (Amazonas). Lluvia
permanente, calor y mosquitos a los que nadie estaba acostumbrados (periodistas
ni militares), salvo los Yachis (awajun) que se encontraban en su medio y
dominaban el terreno a la perfección. En ese escenario se confundían la
impotencia, el dolor y la muerte. En Cueva de los Tayos conocí aguerridos
soldados adolescentes con quienes compartía animadas charlas en la mañana y en
la tarde los veía retornar muertos, víctimas de las ráfagas enemigas o con sus
extremidades mutiladas al pisar una mina antipersonal enterrada entre los
arbustos. Eso era cosa de todos los días. Ni los periodistas estábamos a salvo,
al retornar al Puesto de Vigilancia No. 1 casi nos impacta un proyectil de
mortero, lanzado por los ecuatorianos que habían detectado una señal de radio.
Los árboles tambalearon y las hojas con pequeñas ramas nos cayeron como lluvia,
tras la explosión.
Esta pandemia parece una guerra sin cuartel. Hay tantos
caídos que se van sin poder despedirse de familiares y amigos. Sales a la calle
y sospechas de todos. Cualquiera es un potencial portador de quien nos
distanciamos por precaución. Los contagiados son como esos soldados que iban a
la línea de fuego, no sabemos si vencerán al virus o engrosarán la lista que,
como en 1995, las cifras oficiales nunca fueron reales, las alteraron con
afanes de victoria, a instancias del “asesor”.
El dolor y la pena se agolpan en el pecho cuando un familiar
o amigo fallece. Este virus ya se llevó a un primo, a vecinos, amigos y
compañeros de trabajo. José, Humberto, César, Víctor Raúl son algunos nombres
que partieron lacerando el alma. No es el hecho que mueran sino la cercanía
temporal con que lo hacen. Otros nos alientan al superar esta batalla
sanitaria.
Trasladando un soldado fallecido en combate.
Cuando un soldado caía, tras pisar una mina antipersonal, era
lo peor que podía pasar, no a la víctima, sino a sus compañeros. El brutal golpe
psicológico laceraba los ánimos y desmoralizaba al más cuajado militar. Con la
indignación al tope querían vengarlo, pero no había a quien disparar. Lanzaban
ráfagas al aire, a la maleza, a la nada. Eso dolía más.
El distanciamiento social y el confinamiento están dejando
huellas psicológicas, han dado paso a una psicosis que está marcando a las
personas y a las familias. Un catarro, resfrío o dolor de cuerpo es sospecha de
Covid-19. Muchos enferman de solo pensarlo, inclusive han muerto. Su sistema
inmunológico se desmorona.
La automedicación preventiva es pan de cada día. Han surgido
recetas de todo tipo, desde las naturales (cebolla, ajo, eucalipto, matico, kión
…) hasta las más sofisticadas farmacológicas: El CDS impulsado por el alemán Andreas
Ludwing Kalcer, acogido por algunos médicos y rechazado por las autoridades; ivermectina,
variadas y una infinidad de medicamentos disímiles.
Nunca se supo la cifra exacta de víctimas que nos dejó el conflicto, hoy tampoco sabemos la cantidad real de fallecidos por el Covid. Esa guerra dejó al desnudo el abandono en que se encontraban nuestras fronteras y las obsoletas armas de Ejército. Con estupor los soldados relataban que los fusiles se trababan al disparar. La pandemia evidenció el incipiente sistema de salud y la educación peruanos. Los profesionales de la salud no ocultan su indignación al verse imposibilitados de atender a todos los pacientes por falta de equipamiento, medicamentos e infraestructura.
Parte de la agenda posconflicto nacional sigue esperando. Los
desafíos que nos abre la pandemia son muchos, tanto al Gobierno como a la
población. Mayor inversión en salud y educación, cultivar una ciudadanía
responsable, no regida por el temor o la fuerza de la autoridad, sino por
conciencia cívica.
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Crónica de una vida anunciada
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La completitud.
La completitud o la plenitud está en la propia naturaleza. |
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Conversar para vivir
La conversación cumple una función esencial en las personas y en la sociedad. |
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Intelecto, emoción y aprendizaje
La experiencias cargadas de emociones son las que más recordamos.
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24/9/19
El cultivo de la creatividad
La creatividad es un proceso, no un suceso. Es algo que se va cultivando paulatinamente. |
4/9/19
Estética para la vida (*)
“La vida humana es única e irrepetible, improvisada, un proceso constante de decisiones creativas e improvisaciones”, puntualiza Ken Robinson. Eso determina que la enseñanza sea un arte, "un buen profesor anima y un malo, desanima".
13/10/18
Arte: innovar o sucumbir
Egoísmo, celeridad, agitación, individualismo, estrés son los signos de nuestro tiempo en el que la persona está a merced de sus circunstancias, distante de su existencia en función de su esencia, como ser espiritual. El nuevo ideal, la nueva identidad es parecernos a los demás. La gran aspiración es ser como esos ídolos de barro que nos “venden” los medios de comunicación.
6/7/18
Hacia un nuevo comienzo
23/2/18
De vuelta al puerto
Este año he retomado mis viajes, aquellos que me hacen comprender mejor la vida, el mundo, la sociedad y la esencia del ser humano. Como dice la escritora Flavia Company, “los viajes se parecen mucho al viaje interior, son procesos de aceptación, relación, introspección, silencio y conocimiento de los limites propios y ajenos. Son una escuela de aprendizaje respecto de uno mismo, de enfrentarse a lo que no quieres; asumir, integrarte, luchar contra el hábito y esas creencias que son tan dañinas”. Y lo más interesante es que “para irse de un lugar antes hay que volver”.