Hace
dos meses dejó España y aterrizó en Chile, desde entonces inició un periplo por
distintos pueblos, solo con su mochila y su libreta de apuntes, mirando con
ojos de observadora. Flavia Company (Buenos Aires 1963 y en 1973 se nacionaliza
española), es una consagrada escritora, comprometida consigo misma que vino por
tres días a Trujillo (Perú), pero se quedó una semana y, como se enamoró de la
ciudad, promete regresar para escribir su próxima novela. De sus experiencias
del viaje y la esencia de sus obras nos comparte en esta entrevista.
¿A qué edad empiezas a escribir?
Desde
muy pequeña, luego lo alterné con mis estudios musicales, inclusive tuve
presentaciones de mi poesía con piano, performances; además estudié Letras. De
hecho, me costó elegir entre la música y la literatura.
¿Cuál fue tu primera obra?
La
primera novela que escribí fue a los 17 años y la publiqué años después, al
terminar mi carrera de Letras, cuando busqué trabajo en una revista literaria,
cuyo director, dueño de la editorial Montesinos (España), Miguel Riera, me
preguntó si sabía escribir y me pidió algo de lo que había escrito. Y me acordé
que tenía terminada esa novela de 60 páginas, tipiada en mi máquina Olivetti. Luego
que se la entregué viajó a Argentina y desde el hotel Colón de Buenos Aires me
remitió una carta diciéndome: “trabajo en la revista no te puedo dar, pero
puedo publicar tu novela”. Así empezó todo, yo no había pensado publicar porque
era muy joven (22 años).
¿De qué trata esa novela?
Es
una historia sobre una mujer viajera que en unos cursos de Antropología y
Arqueología conoce una amiga y le propone hacer un viaje por 17 países, pero le
hace firmar un contrato para asegurarse que no se desanime. Eso genera una
discusión porque la otra no quiere y ella le insiste. Es una especie del Dr.
Jekyll y Mr. Hyde, una doble personalidad; pero no deja de ser una novela curiosa
para alguien tan joven- En setiembre del año pasado fue reeditada.
¿Eso significa que desde chica estuviste vinculada a los
viajes?
Al
fin de cuentas soy nieta de inmigrantes catalanes y argentinos. A los 9 años me
hicieron un viaje descalabrante porque yo no lo elegí. Mis padres lo decidieron
y yo era una valija, no me quería ir. Entonces mi primer viaje fue muy
traumático y, de hecho, siempre estoy regresando a Argentina, hasta ahora
porque también dicto clases.
Para ti ¿qué es viajar?
Los
viajes se parecen mucho, en mi caso, al viaje interior, en el sentido que es un
proceso de conocimiento, aceptación, relación, introspección, silencio y conocimiento
de los limites propios y ajenos. Son una escuela de aprendizaje respecto de uno
mismo, de enfrentarse a lo que no quieres, asumir, integrarse, luchar contra
el hábito.
¿Y el viaje interior?
En
el viaje interior luchas contra las creencias, que son tan dañinas porque son
el final de los conocimientos.
¿Los paradigmas?
Exactamente.
Te permite desaprender, conocer otros modos de…y desaprender los propios. Y
respecto del hábito, te libera de las creencias sobre ti mismo, es decir lo que
tú piensas de ti siempre es una construcción que se desmorona y derrumba
durante un viaje. No estoy hablando de un tour.
El viajero no es lo mismo que el turista
¿El viajero es más libre?
Sí,
en un viaje vas decidiendo el destino, te dejas fluir y eso hace que te
conozcas, tu capacidad de dejarte fluir y sepas cómo estás viviendo la vida
cotidiana. Hay personas que marcan sus itinerarios y no pueden salir de ahí, de
sus horarios, de sus costumbres. Muchas personas viajan queriendo comer lo de
su casa, queriendo usar los mismos productos de limpieza de su casa.
¿Qué es el turista?
Es
quien mira lo que le hacen ver mientras el viajero ve lo que hay, y es eso lo que
fluye.
¿Qué enseñanzas tienes de este viaje?
Me
han pasado tantas cosas que tengo una lista de instantes muy especiales y
emotivos, muy iluminadores de la conducta y la esencia humana que incluiré en
mi novela como instantes peruanos, desde Puno.
El Perú es tu gran aprendizaje
Muchísimo,
llevo dos meses viajando y me ablandé; es decir, soy más de lo que fui.
¿Por qué?
En
estos dos meses viajando por diferentes países (Chile, Bolivia, Perú y Ecuador),
que me acercaron a mi esencia y me alejaron de la construcción con la que venía
hecha.
Tu mejor experiencia de Perú
“Una de las experiencias más intensas fue cruzar el desierto con trochas impracticables de Arequipa (Perú) en una camioneta 4X4. El tipo que manejaba era un mil, nos llevaba por lugares difíciles para sortear algunas trochas muy malas, habían puntos que mirabas y pensabas; cómo sabe dónde está”.
César Vallejo escribió: “Me he sentado
a caminar…” ¿El viaje es una reflexión?
Sin
duda, es una reflexión hacia adentro para ser capaz de dejar de proyectarse afuera, se sustituye por la observación, eso es lo interesante. Es ser capaz de
mirar, de ver. Sentarse a moverse es una forma decir que uno es capaz de estar
aquí, ahora, en cada instante. De detenerse en cada instante para seguir
fluyendo. Moverse para que todo siga igual, pero hacia fuera, para el que sea
capaz de captarlo. Eso es lo interesante, ver cómo se mueve lo interior para
dejar de proyectar hacia fuera porque eso es nuestra gran limitación.
El eterno retorno
¿Tus novelas siempre recalan en lo
existencial?
Si,
y siempre tienen que ver con viajes; por ejemplo, Haru es el viaje de la vida, pero también hay un viaje simbólico.
Una de las ideas se refiere a que para poder irse de un lugar antes hay que
volver.
¿Y eso por qué?
Uno
debe ser capaz de regresar a los lugares y reconocerlos con eso que uno
aprendió para saber si quiso o no quiso irse, para terminar de irse.
¿Es lo mismo que cerrar los círculos?
Totalmente,
si tienes una concepción circular del tiempo te das cuenta que estás atando una
línea circunferente sin un antes ni después, sino que la coincidencia tiene que
ver con el punto medio porque son rayos que parten de ahí. Esa conciencia de la
coincidencia tiene que ver con la coherencia que no es universal, sino
personal; es decir que sobre la coherencia muchas personas se atreven a juzgar,
pero no sobre la coincidencia porque nadie sabe lo que le coincide a cada cual.
¿A qué te refieres con la coincidencia?
No
admito forma de llegar a ser libres, sino a través de la coincidencia entre
pensamiento, palabras y actos. Esa coincidencia, que es coherencia, permite ir
enhebrando todos los puntos que hacen que tu vida pueda ser circular. En ese
sentido, da lo mismo leerte en un lugar u otro porque eres lo mismo, eres quien
eres. No eres dependiendo de quien tienes a lado.
¿Qué tan difícil es entender este
planteamiento si estamos signados por ideologías y el consumismo que nos llevan
a estar pendientes del qué dirán?
Eso
es muy interesante porque, por un lado, es la opinión de los demás, lo cual nos
remite a la proyección sobre la realidad, es decir tu proyectas tus imágenes
ideas, creencias, convicciones y miedos sobre lo de afuera. Lo de afuera es
todo, menos tú. Si tú proyectas tus miedos sobre lo que hay afuera tienes dos
riesgos: equivocarte o equivocarte, porque siempre te equivocarás. No puedes
proyectarte, solo tienes que observar para saber no para cambiar lo que tengas
que hacer.
Pero también tiene que ver con la seguridad
Tanto
el pasado como el futuro son invenciones, no existen. El pasado sirve para
justificarnos.
El tiempo lo inventa el ser humano ¿Por qué?
Tenemos
la tendencia a querer la seguridad y ésta
necesita las coordenadas del tiempo para proyectarse, entonces no puedes
estar seguro de lo que puede pasar o de lo que pasó, y tienes que atarte. Así
olvidamos el espacio y le damos más importancia al tiempo, tendría que ser al
revés porque en el espacio se da todo, en cada instante. Si le damos más
importancia a la dimensión espacial somos más libres porque no estamos
proyectándonos ni justificándonos y diciend: “yo estoy acá por culpa de…”
¿Siempre busco responsables?
Siempre.
Y el pasado lo traigo a colación para justificarme, defenderme y atacar,
inclusive. El pasado es un asco, en ese sentido. El pasado sirvió para aprender
y estar acá. El futuro es la eterna promesa para justificar. “Hoy no, pero
mañana lo hago… dejo de fumar... busco trabajo… te soy fiel”. Es hoy o no es.
La proyección es la eterna promesa que nos ata a una situación presente que no
deseamos.
¿Eso destruye nuestra identidad?
Por
completo, porque estás donde no quieres estar al creer que vas a dejar de
estar. Eso es un drama porque te hace infeliz, igual que a quienes te rodean y
crea esa energía inadecuada al estar ocupando el lugar de otra persona porque
si no somos lo que somos, ocupamos el lugar del que podría estar contento ahí.
Otros datos
¿A qué edad dejas Argentina?
Casi
a los 10 años, en 1973, cuando estábamos en toda la evolución a la dictadura y
esa circunstancia aciaga de mi país; pero estoy regresando constantemente.
Última novela
Haru(Ediciones Catedral, 2016. 382 páginas)
es su última novela, en la que la escritora, radicada en Barcelona, narra la
historia de una chica que, al morir su madre, es enviada a un dojo a aprender
la difícil disciplina del tiro con arco. “Me di cuenta de que Haru soy yo
mientras leía la novela, no mientras la escribía”, afirma.