Por:Guido Sánchez Santur
Egoísmo, celeridad, agitación, individualismo, estrés son los signos de nuestro tiempo en el que la persona está a merced de sus circunstancias, distante de su existencia en función de su esencia, como ser espiritual. El nuevo ideal, la nueva identidad es parecernos a los demás. La gran aspiración es ser como esos ídolos de barro que nos “venden” los medios de comunicación.
Egoísmo, celeridad, agitación, individualismo, estrés son los signos de nuestro tiempo en el que la persona está a merced de sus circunstancias, distante de su existencia en función de su esencia, como ser espiritual. El nuevo ideal, la nueva identidad es parecernos a los demás. La gran aspiración es ser como esos ídolos de barro que nos “venden” los medios de comunicación.
Esta época está signada
por una economía que se sustenta en una nueva religión: el consumismo con su
dios el mercado, que se fortalecen, a mediados del siglo pasado, de la mano del
marketing, cuya función principal consiste en la exacerbación de las
necesidades básica, para lo cual se apropia de distintas herramientas del arte.
El consumismo nos ha
condenado a caminar como zombis. Las personas ya no son más seres humanos, son
clientes, consumidores, stakeholderes, público, etc. Mientras más uniformes
somos, nos sentimos más “satisfechos”, “felices”, “contentos” … Esta
“cosificación” de la persona es propia de la cultura del egoísmo y del miedo en
la que nuestra libertad nos conlleva al dolor, al sufrimiento que se ha grabado
tanto la aplicamos inconscientemente, como algo “normal o natural”, como lo
sostiene el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva
En esta cultura del
espectáculo, como la denomina el Premio Nobel de Literatura peruano Mario
Vargas Llosa, el arte se enfrenta a un torbellino de influencias no solo
conceptuales o teóricas, sino principalmente de la “religión del consumismo”,
en la que el artista, para sobrevivir, se abre paso al dilema de crear sus
obras en concordancia con su pensamiento y el dictado de su inspiración o
acoplarse a las exigencias del mercado si quiere vender sus obras para
subsistir.
Al consumismo, se suman
las nuevas tecnologías de comunicación que abren otro cuestionamiento a los
artistas en sus distintas manifestaciones (músicos, pintores, fotógrafos,
arquitectos, etc.). Las obras se crean, fluyen, se comercializan y se trafican
a través de las redes, en las que los derechos de autor penden de un hilo.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva
En términos del cambio
climático, los artistas se enfrentan al reto de adaptarse a estas
circunstancias históricas y mitigar ese torbellino cada vez más intenso, a ese
poder que avasalla sistemas políticos, judiciales y educativos.
El Fondo Internacional
para la Diversidad Cultural (FIDC) advierte la inevitable reconversión de las
industrias culturales, ya que nunca se ha creado ni ha circulado tanta cultura
como en esta era digital.
“El contexto digital
beneficia tanto a los creadores y emprendedores como a la sociedad civil. Los
modelos deseables hacen que sea más fácil para los usuarios, los consumidores y
los productores relacionarse entre ellos. El papel de los intermediarios tiene
que ser revisado según el prisma de una idea de la colaboración…. Los gobiernos
que no promueven las nuevas formas de creación y difusión de la cultura están
generando pérdidas para la sociedad y destruyendo su diversidad cultural”,
afirma el FIDC.
Esta declaración suena
bien y es aplicable en países desarrollados, donde el ancho de banda y las
tarifas planas facilitan el acceso a las redes sociales; sin embargo, en los
territorios con una brecha digital abismal ese propósito suena a fantasía o
fábula. Hablar de software libre en países, como el Perú, es un sarcasmo.
El Perú es uno de los
territorios con mayor diversidad natural (25 mil especies vegetales y 5 mil
especies animales) y cultural (folclore, costumbres, gastronomía, música) de
Latinoamérica, en consecuencia, es uno de los más vulnerables frente a esa
economía de mercado que arrasa bosques, fauna o sitios arqueológicos que
albergan valiosas manifestaciones artísticas con el afán de instaurar sus
industrias productivas.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva
Un ejemplo de esa
amenaza de ese desarrollo (progreso) es la civilización Moche que floreció en
el norte del Perú (Huaca de la Luna, El Brujo, Sipán, Túcume, Sicán, entre
otros), hace mil 200 años, y que se caracteriza por sus templos en adobe y
barro adornados con multicolores altorrelieves como única evidencia de su
cosmovisión, en tanto carecían de escritura.
También nos legaron
valiosas piezas en oro y plata que formaron parte de la indumentaria de sus
distintas jerarquías. Todo esto está punto de desaparecer por la presión del
crecimiento urbano, empujado por las exigencias del mercado.
El estudio del arte en
estas culturas es una tarea pendiente, pues sentará las bases para su
sostenibilidad y preservación a favor de las generaciones venideras. También
servirá como punto de partida de nuevas expresiones artísticas que irradien
estos saberes al mundo entero.
El reto
Más allá de la
creatividad, la innovación juega un rol fundamental a partir de los artistas
mismos para que su obra su convierta en la piedra angular del proceso de
humanización de la sociedad hacia el camino de la sostenibilidad, volver la
mirada a su esencia.
Esa innovación solo
podrá fundamentarse en un esquema de la solidaridad expresada en el servicio,
entendido como una actitud de compasión que nos conlleva a la recuperación del
ser, con mayor relevancia que el hacer y el tener que han ganado demasiado
terreno automatizado a la persona inmersa en el círculo del consumismo.
A manera de conclusión,
caben las siguientes interrogantes: ¿el arte sigue siendo la mayor expresión de
la contemplación de la belleza o la estética o cada vez está más al servicio de
la economía? ¿Acaso el vendaval del consumismo no solo está arrasando la
naturaleza, sino también la manifestación divina o espiritual que ha sostenido
en el tiempo a la humanidad? ¿Es posible un arte que no implique a una
dimensión económica?
(Texto leido en la inauguración del año académico de la Accademia di Belle Arti Kandinskij de Trapani, Italia).
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