13/10/18

Arte: innovar o sucumbir

Por:Guido Sánchez Santur

Egoísmo, celeridad, agitación, individualismo, estrés son los signos de nuestro tiempo en el que la persona está a merced de sus circunstancias, distante de su existencia en función de su esencia, como ser espiritual. El nuevo ideal, la nueva identidad es parecernos a los demás. La gran aspiración es ser como esos ídolos de barro que nos “venden” los medios de comunicación.
Esta época está signada por una economía que se sustenta en una nueva religión: el consumismo con su dios el mercado, que se fortalecen, a mediados del siglo pasado, de la mano del marketing, cuya función principal consiste en la exacerbación de las necesidades básica, para lo cual se apropia de distintas herramientas del arte.
El consumismo nos ha condenado a caminar como zombis. Las personas ya no son más seres humanos, son clientes, consumidores, stakeholderes, público, etc. Mientras más uniformes somos, nos sentimos más “satisfechos”, “felices”, “contentos” … Esta “cosificación” de la persona es propia de la cultura del egoísmo y del miedo en la que nuestra libertad nos conlleva al dolor, al sufrimiento que se ha grabado tanto la aplicamos inconscientemente, como algo “normal o natural”, como lo sostiene el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva

En esta cultura del espectáculo, como la denomina el Premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa, el arte se enfrenta a un torbellino de influencias no solo conceptuales o teóricas, sino principalmente de la “religión del consumismo”, en la que el artista, para sobrevivir, se abre paso al dilema de crear sus obras en concordancia con su pensamiento y el dictado de su inspiración o acoplarse a las exigencias del mercado si quiere vender sus obras para subsistir.
Al consumismo, se suman las nuevas tecnologías de comunicación que abren otro cuestionamiento a los artistas en sus distintas manifestaciones (músicos, pintores, fotógrafos, arquitectos, etc.). Las obras se crean, fluyen, se comercializan y se trafican a través de las redes, en las que los derechos de autor penden de un hilo.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva

En términos del cambio climático, los artistas se enfrentan al reto de adaptarse a estas circunstancias históricas y mitigar ese torbellino cada vez más intenso, a ese poder que avasalla sistemas políticos, judiciales y educativos.
El Fondo Internacional para la Diversidad Cultural (FIDC) advierte la inevitable reconversión de las industrias culturales, ya que nunca se ha creado ni ha circulado tanta cultura como en esta era digital.
“El contexto digital beneficia tanto a los creadores y emprendedores como a la sociedad civil. Los modelos deseables hacen que sea más fácil para los usuarios, los consumidores y los productores relacionarse entre ellos. El papel de los intermediarios tiene que ser revisado según el prisma de una idea de la colaboración…. Los gobiernos que no promueven las nuevas formas de creación y difusión de la cultura están generando pérdidas para la sociedad y destruyendo su diversidad cultural”, afirma el FIDC.
Esta declaración suena bien y es aplicable en países desarrollados, donde el ancho de banda y las tarifas planas facilitan el acceso a las redes sociales; sin embargo, en los territorios con una brecha digital abismal ese propósito suena a fantasía o fábula. Hablar de software libre en países, como el Perú, es un sarcasmo.
El Perú es uno de los territorios con mayor diversidad natural (25 mil especies vegetales y 5 mil especies animales) y cultural (folclore, costumbres, gastronomía, música) de Latinoamérica, en consecuencia, es uno de los más vulnerables frente a esa economía de mercado que arrasa bosques, fauna o sitios arqueológicos que albergan valiosas manifestaciones artísticas con el afán de instaurar sus industrias productivas.
Abstracto: Margarita Guevara Cueva

Un ejemplo de esa amenaza de ese desarrollo (progreso) es la civilización Moche que floreció en el norte del Perú (Huaca de la Luna, El Brujo, Sipán, Túcume, Sicán, entre otros), hace mil 200 años, y que se caracteriza por sus templos en adobe y barro adornados con multicolores altorrelieves como única evidencia de su cosmovisión, en tanto carecían de escritura.
También nos legaron valiosas piezas en oro y plata que formaron parte de la indumentaria de sus distintas jerarquías. Todo esto está punto de desaparecer por la presión del crecimiento urbano, empujado por las exigencias del mercado.
El estudio del arte en estas culturas es una tarea pendiente, pues sentará las bases para su sostenibilidad y preservación a favor de las generaciones venideras. También servirá como punto de partida de nuevas expresiones artísticas que irradien estos saberes al mundo entero.

El reto
Más allá de la creatividad, la innovación juega un rol fundamental a partir de los artistas mismos para que su obra su convierta en la piedra angular del proceso de humanización de la sociedad hacia el camino de la sostenibilidad, volver la mirada a su esencia.
Esa innovación solo podrá fundamentarse en un esquema de la solidaridad expresada en el servicio, entendido como una actitud de compasión que nos conlleva a la recuperación del ser, con mayor relevancia que el hacer y el tener que han ganado demasiado terreno automatizado a la persona inmersa en el círculo del consumismo.
A manera de conclusión, caben las siguientes interrogantes: ¿el arte sigue siendo la mayor expresión de la contemplación de la belleza o la estética o cada vez está más al servicio de la economía? ¿Acaso el vendaval del consumismo no solo está arrasando la naturaleza, sino también la manifestación divina o espiritual que ha sostenido en el tiempo a la humanidad? ¿Es posible un arte que no implique a una dimensión económica?
(Texto leido en la inauguración del año académico de la Accademia di Belle Arti Kandinskij de Trapani, Italia).

6/7/18

Hacia un nuevo comienzo

Por: Guido Sánchez Santur


Han pasado 25 años desde que Trujillo me acogió con su señorialidad y opulencia. Venía de laborar en los diarios El Tiempo y Correo de Piura, cuando en 1993 la empresa editora La Industria de Trujillo me convocó como reportero gráfico y en 1995 fui comisionado para cubrir el conflicto bélico del Alto Cenepa (entre Tumbes y Amazonas), conjuntamente con Walter Castillo.
Un año antes ya había propuesto crear la sección Eco-turismo, acogida con beneplácito por la entonces gerente general Isabel Cerro de Burga y en la que abordé asuntos mediombientales y de turismo, tema este último que sigue ocupando una página semanal en este diario. Gracias a esta iniciativa dejé el área de Fotografía -que compartí con los maestros Américo Barriga y Jorge “Flaco” Roca- y pasé a la Redacción sin soltar mi cámara Nikon.
Caricatura de Mario Cgumpitazi

La página Metropolitana fue otro de los proyectos que materialicé en este diario y que sirvió de impulso a la participación ciudadana y al fortalecimiento de las juntas vecinales porque tuvieron el espacio y el protagonismo merecido. A través de esta sección organizamos congresos y foros que permitieron conocer experiencias nacionales y extranjeras respecto del rol que juegan los vecinos en el desarrollo local.
También dimos cabida al concurso de áreas verdes “Juntos por Trujillo” que facilitó la conjunción de esfuerzos entre la municipalidad y la comunidad en aras mejorar el ornato y el embellecimiento de la ciudad.
En 2012 accedí a la beca Internews y O Eco en Rio+20 para participar en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible Rio+20 (Brasil), a la misma postularon 300 comunicadores de todo el mundo y fuimos seleccionados 20. A este evento concurrieron más de 100 jefes de Estado y cerca de 50 mil personas, entre líderes medio ambientales, investigaciones y científicos.
En 2013 publiqué mi libro “Más allá de los destinos”, una compilación de crónicas y reportajes de viajes, ilustrados con fotografías de mi autoría, producto de mi recorrido por distintos pueblos del país.
En este trayecto profesional recibí muchos reconocimientos de instituciones públicas y privadas por mi labor profesional, pero lo más valioso compartido al lado admirables personalidades con quienes cultivé una reconfortante e inquebrantable amistad.
A ellos y a los directivos del diario La Industria, ahora que he tomado la decisión de hacer un alto a mis jornadas cotidianas y dar un giro en mi itinerario de vida, expreso mi más ferviente gratitud. Dejo la sala de redacción de uno de los diarios de provincias más importantes del país con la natural nostalgia y con la firme convicción de que aporté lo mejor de mis capacidades y me nutrí de su tradición. Gracias, Gracias, Gracias….

23/2/18

De vuelta al puerto

 Por: Guido Sánchez Santur
 Este año he retomado mis viajes, aquellos que me hacen comprender mejor la vida, el mundo, la sociedad y la esencia del ser humano. Como dice la escritora Flavia Company, “los viajes se parecen mucho al viaje interior, son procesos de aceptación, relación, introspección, silencio y conocimiento de los limites propios y ajenos. Son una escuela de aprendizaje respecto de uno mismo, de enfrentarse a lo que no quieres; asumir, integrarte, luchar contra el hábito y esas creencias que son tan dañinas”. Y lo más interesante es que “para irse de un lugar antes hay que volver”.
Eso estoy haciendo ahora, empecé por retornar al pueblo de mi niñez y adolescencia, y que nunca deja de sorprenderme: Puerto Ciruelo (Huarango, San Ignacio, Cajamarca). Han pasado casi 35 años que lo dejé, mis vueltas esporádicas no pasaron de dos días. Esta vez me quedé 10 y caminé esas calles polvorientas antes, ahora encementadas (las dos principales: Comercio y El Triunfo), su mercado renovado, nuevas tiendas comerciales bien surtidas, como expresión de su crecimiento y desarrollo.
El puente sobre el río Chinchipe, inaugurado hace tres años por el presidente Ollanta Humala, ha facilitado el acceso de todo tipo de vehículos y su conexión con Huarango, Huarandoza, La Lima, etc.; pero también desplazó a los botes con motores fuera de borda en los que cruzábamos de una orilla a la otra, no queda ninguno ni siquiera para pasear. La balsa cautiva que pasaba los carros, yace ladeada y olvidada en la arena. Como si presagiara su triste final, cuando el mandatario iba a participar en la colocación de la primera piedra del inicio de la obra, se inclinó y dejó caer tres vehículos que literalmente se los tragó el caudaloso torrente.
Aparte de esas anécdotas, su economía se aceleró, la plaza de exhibición y venta de ganado vacuno continúa congregando a comerciantes de la costa, el campo deportivo que estaba cerca al mercado fue traslado al otro extremo, junto al camal, en la salida a Cigarro de Oro, donde todas las tardes se libran encendidos encuentros de fulbito, con apuesta de por medio.
Las gentes no son las mismas, la gran mayoría son me son extrañas y los chicos que corrían desnudos a la playa o que cargaban agua desde el río con sus baldes o galoneras sostenidas con sus ganchos de madera y alambre, ahora son adultos, padres de familia.
Los personajes referentes son otros: Segundo Guerrero (El Chergo) falleció el año pasado, Antonio Bravo y David Chanta se le adelantaron mucho antes. Son contados los viejos amigos y/o conocidos con quienes me encuentro y saludo efusivamente: Cosme Medina, Cipriano Bravo, David Guerrero, Horacio Zelada (Pepinillo), Neptalí Córdova López (Pancho Loco), Marcos Castañeda, todos con las cicatrices de los años vividos, pero con la misma sonrisa, la carcajada, seriedad o bromas recurrentes me recuerdan en gran sentido del humor de mi padre, Segundo Sánchez Chimbo.
Los estilos de vida han cambiado. La instalación del agua potable les alivió los días a los chicos aguateros. Los silos fueron reemplazados por el alcantarillado, cada dos días un volquete recorre las calles recogiendo la basura. Con la energía eléctrica llegó la televisión por cable, la telefonía celular y la internet que entretiene a los muchachos. Los niños, adolescentes y jóvenes aparecen por todos lados conduciendo motocicletas lineales o mototaxis, parece la plaga de los zancudos que nunca se extingue.
Pese a todo, a partir de las 5 de la tarde varias personas, con toalla al cuello, aún se desplazan al río para bañarse, como en los tiempos de mi niñez; del mismo modo las mujeres, con su tina sostenida en la cabeza o bajo el brazo llegan a lavar su ropa en la orilla. Estampas genuinas que siguen impregnadas en mi retina.
Mientras me readapto, acompaño a mi madre a darle de comer a sus gallinas y pavos con los que está tan encariñada como con sus nietos; siembro algunos plantones frutales para diversificar el naranjo, el noni, la lima y el limón que reverdecen su huerto.
Al caer la tarde me aparto para escuchar el arrullador trino de las aves y a medida que la noche extiende su manto, el río acentúa su acompasado sonido que produce la corriente, como si estuviera saliéndose de su cauce y eso inquieta a cualquier forastero. Y la noche también llega con su comparsa de zancudos que nos apura a refugiarnos bajo el mosquitero. Estos mosquitos abundan a causa de los cultivos de arroz próximos al pueblo, además del río y la quebrada.

El dato
Puerto Ciruelo debe su nombre a la abundancia de plantaciones de ciruelo en cuando llegaron los primeros fundadores, pero con el paso del tiempo son pocas las que quedan y no porque las hayan cultivado, sino porque de puro tercas siguen brotando en los huertos, caminos y chacras. 
 

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