28/11/19

Conversando con Oscar Lalanne




9/11/19

La completitud.

Por:
Guido Sánchez Santur (*)

Si estás vacío por dentro todo será insuficiente de lo que los demás te ofrezcan, siempre te hará falta algo, siempre encontrarás que no están haciendo lo que tú esperas que actúan pensando en ellos y no en ti, como si tuvieran la obligación de hacerlo.
Si estás ausente de ti mismo, al ramo de rosas que te traen por tu cumpleaños le faltará la frase apropiada o algún pétalo estará marchito; la cena que te ofrecen no será en el local de tu preferencia; no te consultaron el postre que te traen de sorpresa; demoran demasiado en llamarte, dirás que la frase amorosa que te escribe no es para ti…
La completitud o la plenitud está en la propia naturaleza.
Si estás fuera de tu ser, no compartes la sonrisa o carcajada de alegría de él o ella, te incomoda; la felicidad de los demás te hiere: los otros siempre quieren lastimarte. La mayor parte de sucesos que te ocurren son causantes de tu dolor crónico. El mundo está en tu contra y tú luchas contra él.
Solo vemos carencia en los demás y reclamamos airadamente; aunque tengamos todo lo necesario y nos enrolamos en un pernicioso círculo vicioso.
Si algo de esto te está pasando es porque estás total incompletitud. Esa carencia te sitúa en la posición de insatisfacción nociva y buscas que los demás llenen ese vacío: hijos, pareja, amigos, compañeros de trabajo, etc.
Según la Real Academia Española (RAE), la completitud es la “cualidad de completo”; es decir: “Añadir a una magnitud o cantidad las partes que le faltan. Dar término o conclusión a una cosa o a un proceso. Hacer perfecta una cosa en su clase”.
Si volteamos la mirada a nuestro mundo interior, mediante el autoconocimiento, vamos a descubrir las cualidades, valores y fortaleza que nos caracterizan como seres humanos y ahí vamos a encontrar esa completitud. Solo así reemplazamos esa actitud pedigüeña (exigir que nos den) por la gratitud ante todo lo que nos llega como una bendición. Entendemos que las rosas no serían tan hermosas si no estuvieran protegidas por espinas.
Entonces, el autoconocimiento es sustancial en las personas, desde los primeros años de vida, porque nos coloca en un proceso reflexivo que nos permite aproximarnos a nuestro yo, a lo que nos caracteriza, a esas cualidades y defectos que nos hacen únicos; a las limitaciones, necesidades, aficiones y temores que llevamos consigo y que al reconocerlas las aceptamos con amor y sin temor, en el plano de la vulnerabilidad y no en la certeza.

(*). Coach ontológico y ejecutivo.
 

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