Precocidad y ausencia de identidad
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
Son muchos los padres que se quejan de la rebeldía de sus hijos adolescentes o jóvenes, de la inconsistencia en sus metas personales, del desorden y la irresponsabilidad que los caracteriza, hasta el punto que algunos se sienten impotentes para convencerlos de que deben respetar las normas del hogar.
Esta realidad no es más que la consecuencia de lo que los padres sembraron en la niñez de sus hijos, siempre los dejaron que hicieran lo que quisieron porque los engreían o los mimaban demasiado; entonces escuchaban y bailaban la estrepitosa música de adolescentes (RBD y todas las formas de reggaetón (Atrévete te te, La Gasolina, Rompe, Pásame la botella, etc.), se maquillaban, se tatuaban o se colocaban piercings.
“Cada vez se alimenta más la precocidad porque se permite que los menores participen en actividades antes privativas de los adultos, lo que afecta su formación y reduce al mínimo su infancia… Lo grave es que estas experiencias vienen acompañadas de la competencia para ver quién baila mejor o cuál tiene más éxito. Es decir, se comienzan a alentar las rivalidades entre los niños cuando apenas están aprendiendo a tejer vínculos de amistad con sus compañeros, sin advertir que sólo en la medida en que ellos hayan podido gozar de los frutos de la camaradería sin las presiones de la competitividad, que aprenden a confiar en sus congéneres y a verlos como sus aliados, no como sus rivales”, sostiene la educadora familiar, Ángela Marulanda.
Esto es parte de nuestra cultura y, como tal, la vivimos inconscientemente. Nos da igual que estén o no los niños en las reuniones de adultos, damos por sentado que ellos deben hacer lo mismo que nosotros; inclusive, algunos padres los mandamos a la bodega para que compren cigarros o bebidas alcohólicas.
¿Qué ocurre con estas actitudes? Solo trastocar su naturaleza de niños, sin percatarnos que de a pocos estamos minando su infancia; en consecuencia, más adelante tendremos menores desadaptados que no solo nos harán la vida imposible sino que enrumbarán por los caminos del vicio o de las inconductas sociales, ya que no podrán lidiar con los conflictos propios de su adolescencia. Los responsables somos nosotros porque siempre quisimos que ellos hagan las veces de los adultos.
OPINION DE PADRES
Una encuesta aplicada a padres y niños del segundo grado del nivel primario del colegio Perpetuo Socorro reveló interesantes datos. De los 120 padres que respondieron el cuestionario, un 5 por ciento ayuda a maquillarse a sus niñas. Mientras que un 83 por ciento conversa con la menor y la orienta en el sentido de que esos productos no son convenientes para su edad.
Asimismo, un 56 por ciento se incomoda o fastidia, aunque no dice nada, cuando observa a una niña, que no es su hija, con las uñas pintadas o maquillada; eso demuestra que tratamos de cerrar los ojos a la realidad, a nuestro entorno que cada vez nos presiona más y marca las conductas de los pequeños. Esta premisa se confirma con el 32 por ciento que dice mostrarse indiferente ante esta misma situación.
Los tatuajes y piercings constituyen otra forma de pérdida de identidad de los niños. Felizmente solo un 2 por ciento asume que éstos son normales en los menores.
Recientes investigaciones de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seiac) afirma que “decorar nuestra piel con un tatuaje o hacernos un piercings, también llamados body art, está muy de moda, y aunque las técnicas evolucionan, así como la seriedad y seguridad de los establecimientos que los realizan, lo cierto es que siguen siendo los responsables de algunas molestias de salud”. Esto es "mucho más que una moda extendida, ya que constituyen un problema sanitario tanto por el método utilizado en su realización, como por la manera de hacer desaparecer el tatuaje existente, aunque en ambos procesos se extremen las condiciones higiénicas".
La socióloga mexicana Rossana Reguillo considera que los tatuajes, marcas indelebles en el cuerpo, se sitúan en un lugar preponderante y se han convertido en productores de identidad muy recurridos y eficaces, expresan lo que la persona quiere ser, es mediador entre el ser y el parecer. Tiene la propiedad de relegar, marginar y, como todo símbolo, provoca un diálogo y crea relaciones, o recrea las relaciones, reproduce y exacerba marginaciones y rebeldías, divorciados del orden establecido. Así, quien los usa logra ser definido por los demás en términos de su estigma.
Un 60 por ciento de los padres se preocupa en conocer la letra de la música que escuchan o bailan sus hijos menores. Es significativo el porcentaje de adultos (36 por ciento) que solo se interesa en raras ocasiones, y un 5 por ciento que definitivamente no le importa, sin percatarse que muchas canciones están cargadas de contenidos que incitan a la violencia, a la rebeldía, la sensualidad y la procacidad. Los ejemplos sobran: “Atrévete te, te, te, salte del closet, destápate, quítate el esmalte, deja de taparte, Levántate, ponte faite… Hello baby show, súbete la minifalda hasta la espalda, súbetela deja el short” o esta otra, “Pásame la botella, voy a beber en nombre de ella…”.
Las fiestas infantiles (que de ello tienen poco) constituyen otro contexto donde los menores acceden a modales culturales que alteran su identidad y adoptan precozmente actitudes de adolescentes o jóvenes, principalmente a través de la música con temas que generalmente están de moda. Como si fuera poco, estas reuniones son animadas por ‘simpáticas dalinas’ que suelen acudir con prendas bastante sugestivas; además, se utilizan luces de colores, simulando discotecas. Desde entonces los pequeños empiezan a experimentar el frenesí de la música tecno.
“Cabe preguntarse cuál es el objetivo de este tipo de fiestas infantiles, cuando sabemos que los hijos para bailar y parrandear tienen toda la vida, pero para ser niños muy pocos años… En una sociedad en la que la mejor credencial para gozar de prestigio social es tener mucho dinero, nos preguntamos si los derroches que se están viendo en las fiestas infantiles no tendrán que ver con la necesidad de validar nuestra posición a través de estas opulentas celebraciones para ratificar nuestro status económico y evitar que nuestros hijos "se queden atrás de los demás. El resultado es que los niños son cada vez más precoces pero más inmaduros, es decir, capaces de asumir riesgos más grandes, pero con menos sensatez para afrontar sus consecuencias. Y lo peor, es que de esta forma estamos cayendo en el error de contribuir a acabar con el mejor aspecto de la niñez: vivir para descubrir el mundo con ojos desprevenidos, creyendo en las hadas, los duendes y la bondad de los demás, ajenos a los conflictos y recelos comunes entre los mayores”.
Sin embargo, un 47 por ciento expresa su conformidad con que los menores escuchen y bailen esa música, un 9 por ciento es totalmente indiferente, aunque un 42 por ciento manifiesta su rechazo.
LOS NIÑOS SE EXPRESAN
Las cifras revelan que sólo un 10 por ciento de ellas prefieren jugar con muñecas, frente a la gran mayoría (47 por ciento) que aspira a tener una Barbie. Otra precocidad impuesta por la fuerza del marketing y el mercantilismo, pues se trata de un juguete propio de los adolescentes, en tanto que sus características están orientadas a ellos (se enamora, se embaraza, tiene un parto y su figura proyecta sensualidad, nada inocente que digamos). Otras pequeñas (41 por ciento) esperan recibir ropa, como regalo en estas fiestas.
Los varones no se quedan atrás, un 49 por ciento quiere un Max Stell, un producto totalmente automatizado y que inspira violencia. Un 25 por ciento espera un Power Ranger, solo un 15 por ciento desea los carros de juguete comunes y un 10 por ciento, ropa.
LA OTRA NIÑERA
Si tenemos en cuenta que la televisión tiene una fuerte influencia en la sociedad. Nos alarma que un 29 por ciento de niños y niñas tienen a las telenovelas como sus programas favoritos. Mientras que un 28 por ciento asegura que nunca ve novelas y un 43 por ciento lo hace esporádicamente. No olvidemos que el contenido de estas producciones televisivas tiene un alto contenido de información estrictamente de adultos (relaciones amorosas, infidelidades, violencia familiar, etc.) que deforman el mundo infantil.
En ese mismo sentido, un 43 por ciento suelen ver televisión sin ninguna compañía, sólo el 36 por ciento lo hace junto a papá o mamá y un 21 por ciento con otras personas. Esto significa que el menor se convierte en un observador pasivo y receptor de mensajes, sin que nadie le absuelva sus dudas.
El peligro es latente, ya que los niños no diferencian entre la fantasía y la realidad presentadas en la televisión por lo que quedan a expensas de la influencia de los reiterativos anuncios comerciales, inclusive de bebidas alcohólicas, caramelos y cereales cubiertos de azúcar, comidas de preparación rápida y juguetes inapropiados.
Investigaciones de la American Academy of Child and Adolescent establecen que los niños que miran demasiada televisión están en mayor riesgo de sacar malas notas en la escuela, leer menos libros, hacer menos ejercicio, estar en sobrepeso; es decir, que ese tiempo que se pasa frente al televisor se le resta a actividades importantes (lectura, trabajo escolar, el juego, la interacción con la familia y el desarrollo social). Además, la violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en televisión, en consecuencia, ésta expone a los niños a tipos de comportamiento y actitudes abrumadores y difíciles de comprender.
Como se preveía, un 63 por ciento se identifica con el reggaetón, que está de moda y no tiene nada que ver con su edad. Solo un 15 por ciento desea escuchar temas infantiles, un 7 por ciento gusta de la salsa y un insignificante 6 por ciento se inclina a la música criolla. Ello explica, en parte, la falta de identidad local, regional y nacional, pero sobretodo, su desubicación en relación a su contexto etario.
PROPUESTA
Este diagnóstico nos conlleva a repensar la forma en que estamos formando (o “deformando”) a nuestros hijos. El ideal es que vuelvan a ser esos niños que corren en los parques o en el campo, jugando con sus trompos, canicas, a las escondidas, al lobo en el bosque, a la ronda, a las ligas, con el yo-yo, a la soga, la cocinita, o reunidos contando las anécdotas, cuentos, leyendas o tradiciones que les narraron sus abuelos; esas enseñanzas que no son más que la transmisión de cultura ancestral, sabiduría que nunca pasa de moda, que contiene los valores de la solidaridad, de la fraternidad y el amor a lo nuestro.
Que vistan con la ropa que les permita ser ellos mismos, que potencien su naturaleza y vivan su edad a plenitud, sin adelantar ni quemar etapas. Que tengan a sus padres como modelos en los buenos hábitos y costumbres.
“Solo de esta manera el niño recuperará su fantasía y podrá proyectarse a futuro. Los sueños y los deseos son el motor de nuestra vida. Ellos nos ponen en funcionamiento… por ejemplo ser médico, ajedrecista, cantante futbolista…”, dice Raymundo Beach. En caso contrario no lograremos su madurez emocional, muy valiosa para que cuando sean jóvenes o adolescentes sepan controlar sus impulsos, con capacidad de hacer concesiones y perdonar los errores de los demás.
Estos roles orientadores competen estrictamente a la familia como célula principal de la sociedad, donde adquiere los valores esenciales del niño. “Lo que les garantizará a los hijos una alta posición en la sociedad no será el tamaño de nuestro capital sino el de su corazón. Y es en la infancia, que éste se nutre de la magia y los sueños que teje gracias a su ‘ingenuidad infantil’, esa condición que, si se preserva, les permite mirar el mundo con lentes color de rosa y alimentarse ante todo de lo bello y lo bueno de los seres que les rodean, advierte Marulanda.
Estimular creatividad
Frente a ese diagnóstico preocupante es necesario que los padres de familia establezcan una comunicación más fluida con sus hijos, fijando un horario para dialogar sobre lo que le sucedió a cada miembro de la familia, debatir la solución aun problema que afecta a uno de ellos, desarrollar habilidades en el niño para que pueda discernir correctamente en situaciones conflictivas que se le presenten.
La propuesta recomienda que en las fiestas infantiles se incluyan música y actividades propias de los niños, como el armado de rompecabezas, juegos que estimulen la atención, trabalenguas, canciones, adivinanzas, concursos de cantos infantiles, que la vestimenta de las animadoras vaya acorde con la edad de los niños, los obsequios deben reforzar el desarrollo emocional, intelectual y psicomotriz y que tengan utilidad (libros, bicicletas, rompecabezas, etc.).
El centro educativo también debe cumplir su rol, especialmente que se motive las habilidades emocionales, intelectuales y psicomotrices a través de concursos de canto intersecciones, festivales de declamación, sesiones de teatro en forma quincenal y presentaciones de bailes peruanos.
MAS DATOS
Este tema formó parte del proyecto Proteger su niñez, evitando que vistan y bailen como adultos que desarrolló un grupo de padres de familia del centro educativo Perpetuo Socorro a desarrollar, bajo el asesoramiento de la docente Aurora Fú Ramírez. La experiencia resultó muy interesante, pues además de analizar el tema, se aplicaron encuestas a los padres y a los niños.
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
Son muchos los padres que se quejan de la rebeldía de sus hijos adolescentes o jóvenes, de la inconsistencia en sus metas personales, del desorden y la irresponsabilidad que los caracteriza, hasta el punto que algunos se sienten impotentes para convencerlos de que deben respetar las normas del hogar.
Esta realidad no es más que la consecuencia de lo que los padres sembraron en la niñez de sus hijos, siempre los dejaron que hicieran lo que quisieron porque los engreían o los mimaban demasiado; entonces escuchaban y bailaban la estrepitosa música de adolescentes (RBD y todas las formas de reggaetón (Atrévete te te, La Gasolina, Rompe, Pásame la botella, etc.), se maquillaban, se tatuaban o se colocaban piercings.
“Cada vez se alimenta más la precocidad porque se permite que los menores participen en actividades antes privativas de los adultos, lo que afecta su formación y reduce al mínimo su infancia… Lo grave es que estas experiencias vienen acompañadas de la competencia para ver quién baila mejor o cuál tiene más éxito. Es decir, se comienzan a alentar las rivalidades entre los niños cuando apenas están aprendiendo a tejer vínculos de amistad con sus compañeros, sin advertir que sólo en la medida en que ellos hayan podido gozar de los frutos de la camaradería sin las presiones de la competitividad, que aprenden a confiar en sus congéneres y a verlos como sus aliados, no como sus rivales”, sostiene la educadora familiar, Ángela Marulanda.
Esto es parte de nuestra cultura y, como tal, la vivimos inconscientemente. Nos da igual que estén o no los niños en las reuniones de adultos, damos por sentado que ellos deben hacer lo mismo que nosotros; inclusive, algunos padres los mandamos a la bodega para que compren cigarros o bebidas alcohólicas.
¿Qué ocurre con estas actitudes? Solo trastocar su naturaleza de niños, sin percatarnos que de a pocos estamos minando su infancia; en consecuencia, más adelante tendremos menores desadaptados que no solo nos harán la vida imposible sino que enrumbarán por los caminos del vicio o de las inconductas sociales, ya que no podrán lidiar con los conflictos propios de su adolescencia. Los responsables somos nosotros porque siempre quisimos que ellos hagan las veces de los adultos.
OPINION DE PADRES
Una encuesta aplicada a padres y niños del segundo grado del nivel primario del colegio Perpetuo Socorro reveló interesantes datos. De los 120 padres que respondieron el cuestionario, un 5 por ciento ayuda a maquillarse a sus niñas. Mientras que un 83 por ciento conversa con la menor y la orienta en el sentido de que esos productos no son convenientes para su edad.
Asimismo, un 56 por ciento se incomoda o fastidia, aunque no dice nada, cuando observa a una niña, que no es su hija, con las uñas pintadas o maquillada; eso demuestra que tratamos de cerrar los ojos a la realidad, a nuestro entorno que cada vez nos presiona más y marca las conductas de los pequeños. Esta premisa se confirma con el 32 por ciento que dice mostrarse indiferente ante esta misma situación.
Los tatuajes y piercings constituyen otra forma de pérdida de identidad de los niños. Felizmente solo un 2 por ciento asume que éstos son normales en los menores.
Recientes investigaciones de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seiac) afirma que “decorar nuestra piel con un tatuaje o hacernos un piercings, también llamados body art, está muy de moda, y aunque las técnicas evolucionan, así como la seriedad y seguridad de los establecimientos que los realizan, lo cierto es que siguen siendo los responsables de algunas molestias de salud”. Esto es "mucho más que una moda extendida, ya que constituyen un problema sanitario tanto por el método utilizado en su realización, como por la manera de hacer desaparecer el tatuaje existente, aunque en ambos procesos se extremen las condiciones higiénicas".
La socióloga mexicana Rossana Reguillo considera que los tatuajes, marcas indelebles en el cuerpo, se sitúan en un lugar preponderante y se han convertido en productores de identidad muy recurridos y eficaces, expresan lo que la persona quiere ser, es mediador entre el ser y el parecer. Tiene la propiedad de relegar, marginar y, como todo símbolo, provoca un diálogo y crea relaciones, o recrea las relaciones, reproduce y exacerba marginaciones y rebeldías, divorciados del orden establecido. Así, quien los usa logra ser definido por los demás en términos de su estigma.
Un 60 por ciento de los padres se preocupa en conocer la letra de la música que escuchan o bailan sus hijos menores. Es significativo el porcentaje de adultos (36 por ciento) que solo se interesa en raras ocasiones, y un 5 por ciento que definitivamente no le importa, sin percatarse que muchas canciones están cargadas de contenidos que incitan a la violencia, a la rebeldía, la sensualidad y la procacidad. Los ejemplos sobran: “Atrévete te, te, te, salte del closet, destápate, quítate el esmalte, deja de taparte, Levántate, ponte faite… Hello baby show, súbete la minifalda hasta la espalda, súbetela deja el short” o esta otra, “Pásame la botella, voy a beber en nombre de ella…”.
Las fiestas infantiles (que de ello tienen poco) constituyen otro contexto donde los menores acceden a modales culturales que alteran su identidad y adoptan precozmente actitudes de adolescentes o jóvenes, principalmente a través de la música con temas que generalmente están de moda. Como si fuera poco, estas reuniones son animadas por ‘simpáticas dalinas’ que suelen acudir con prendas bastante sugestivas; además, se utilizan luces de colores, simulando discotecas. Desde entonces los pequeños empiezan a experimentar el frenesí de la música tecno.
“Cabe preguntarse cuál es el objetivo de este tipo de fiestas infantiles, cuando sabemos que los hijos para bailar y parrandear tienen toda la vida, pero para ser niños muy pocos años… En una sociedad en la que la mejor credencial para gozar de prestigio social es tener mucho dinero, nos preguntamos si los derroches que se están viendo en las fiestas infantiles no tendrán que ver con la necesidad de validar nuestra posición a través de estas opulentas celebraciones para ratificar nuestro status económico y evitar que nuestros hijos "se queden atrás de los demás. El resultado es que los niños son cada vez más precoces pero más inmaduros, es decir, capaces de asumir riesgos más grandes, pero con menos sensatez para afrontar sus consecuencias. Y lo peor, es que de esta forma estamos cayendo en el error de contribuir a acabar con el mejor aspecto de la niñez: vivir para descubrir el mundo con ojos desprevenidos, creyendo en las hadas, los duendes y la bondad de los demás, ajenos a los conflictos y recelos comunes entre los mayores”.
Sin embargo, un 47 por ciento expresa su conformidad con que los menores escuchen y bailen esa música, un 9 por ciento es totalmente indiferente, aunque un 42 por ciento manifiesta su rechazo.
LOS NIÑOS SE EXPRESAN
Las cifras revelan que sólo un 10 por ciento de ellas prefieren jugar con muñecas, frente a la gran mayoría (47 por ciento) que aspira a tener una Barbie. Otra precocidad impuesta por la fuerza del marketing y el mercantilismo, pues se trata de un juguete propio de los adolescentes, en tanto que sus características están orientadas a ellos (se enamora, se embaraza, tiene un parto y su figura proyecta sensualidad, nada inocente que digamos). Otras pequeñas (41 por ciento) esperan recibir ropa, como regalo en estas fiestas.
Los varones no se quedan atrás, un 49 por ciento quiere un Max Stell, un producto totalmente automatizado y que inspira violencia. Un 25 por ciento espera un Power Ranger, solo un 15 por ciento desea los carros de juguete comunes y un 10 por ciento, ropa.
LA OTRA NIÑERA
Si tenemos en cuenta que la televisión tiene una fuerte influencia en la sociedad. Nos alarma que un 29 por ciento de niños y niñas tienen a las telenovelas como sus programas favoritos. Mientras que un 28 por ciento asegura que nunca ve novelas y un 43 por ciento lo hace esporádicamente. No olvidemos que el contenido de estas producciones televisivas tiene un alto contenido de información estrictamente de adultos (relaciones amorosas, infidelidades, violencia familiar, etc.) que deforman el mundo infantil.
En ese mismo sentido, un 43 por ciento suelen ver televisión sin ninguna compañía, sólo el 36 por ciento lo hace junto a papá o mamá y un 21 por ciento con otras personas. Esto significa que el menor se convierte en un observador pasivo y receptor de mensajes, sin que nadie le absuelva sus dudas.
El peligro es latente, ya que los niños no diferencian entre la fantasía y la realidad presentadas en la televisión por lo que quedan a expensas de la influencia de los reiterativos anuncios comerciales, inclusive de bebidas alcohólicas, caramelos y cereales cubiertos de azúcar, comidas de preparación rápida y juguetes inapropiados.
Investigaciones de la American Academy of Child and Adolescent establecen que los niños que miran demasiada televisión están en mayor riesgo de sacar malas notas en la escuela, leer menos libros, hacer menos ejercicio, estar en sobrepeso; es decir, que ese tiempo que se pasa frente al televisor se le resta a actividades importantes (lectura, trabajo escolar, el juego, la interacción con la familia y el desarrollo social). Además, la violencia, la sexualidad, los estereotipos de raza y de género y el abuso de drogas y alcohol son temas comunes en televisión, en consecuencia, ésta expone a los niños a tipos de comportamiento y actitudes abrumadores y difíciles de comprender.
Como se preveía, un 63 por ciento se identifica con el reggaetón, que está de moda y no tiene nada que ver con su edad. Solo un 15 por ciento desea escuchar temas infantiles, un 7 por ciento gusta de la salsa y un insignificante 6 por ciento se inclina a la música criolla. Ello explica, en parte, la falta de identidad local, regional y nacional, pero sobretodo, su desubicación en relación a su contexto etario.
PROPUESTA
Este diagnóstico nos conlleva a repensar la forma en que estamos formando (o “deformando”) a nuestros hijos. El ideal es que vuelvan a ser esos niños que corren en los parques o en el campo, jugando con sus trompos, canicas, a las escondidas, al lobo en el bosque, a la ronda, a las ligas, con el yo-yo, a la soga, la cocinita, o reunidos contando las anécdotas, cuentos, leyendas o tradiciones que les narraron sus abuelos; esas enseñanzas que no son más que la transmisión de cultura ancestral, sabiduría que nunca pasa de moda, que contiene los valores de la solidaridad, de la fraternidad y el amor a lo nuestro.
Que vistan con la ropa que les permita ser ellos mismos, que potencien su naturaleza y vivan su edad a plenitud, sin adelantar ni quemar etapas. Que tengan a sus padres como modelos en los buenos hábitos y costumbres.
“Solo de esta manera el niño recuperará su fantasía y podrá proyectarse a futuro. Los sueños y los deseos son el motor de nuestra vida. Ellos nos ponen en funcionamiento… por ejemplo ser médico, ajedrecista, cantante futbolista…”, dice Raymundo Beach. En caso contrario no lograremos su madurez emocional, muy valiosa para que cuando sean jóvenes o adolescentes sepan controlar sus impulsos, con capacidad de hacer concesiones y perdonar los errores de los demás.
Estos roles orientadores competen estrictamente a la familia como célula principal de la sociedad, donde adquiere los valores esenciales del niño. “Lo que les garantizará a los hijos una alta posición en la sociedad no será el tamaño de nuestro capital sino el de su corazón. Y es en la infancia, que éste se nutre de la magia y los sueños que teje gracias a su ‘ingenuidad infantil’, esa condición que, si se preserva, les permite mirar el mundo con lentes color de rosa y alimentarse ante todo de lo bello y lo bueno de los seres que les rodean, advierte Marulanda.
Estimular creatividad
Frente a ese diagnóstico preocupante es necesario que los padres de familia establezcan una comunicación más fluida con sus hijos, fijando un horario para dialogar sobre lo que le sucedió a cada miembro de la familia, debatir la solución aun problema que afecta a uno de ellos, desarrollar habilidades en el niño para que pueda discernir correctamente en situaciones conflictivas que se le presenten.
La propuesta recomienda que en las fiestas infantiles se incluyan música y actividades propias de los niños, como el armado de rompecabezas, juegos que estimulen la atención, trabalenguas, canciones, adivinanzas, concursos de cantos infantiles, que la vestimenta de las animadoras vaya acorde con la edad de los niños, los obsequios deben reforzar el desarrollo emocional, intelectual y psicomotriz y que tengan utilidad (libros, bicicletas, rompecabezas, etc.).
El centro educativo también debe cumplir su rol, especialmente que se motive las habilidades emocionales, intelectuales y psicomotrices a través de concursos de canto intersecciones, festivales de declamación, sesiones de teatro en forma quincenal y presentaciones de bailes peruanos.
MAS DATOS
Este tema formó parte del proyecto Proteger su niñez, evitando que vistan y bailen como adultos que desarrolló un grupo de padres de familia del centro educativo Perpetuo Socorro a desarrollar, bajo el asesoramiento de la docente Aurora Fú Ramírez. La experiencia resultó muy interesante, pues además de analizar el tema, se aplicaron encuestas a los padres y a los niños.
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