nuevas tecnologías
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
Podríamos afirmar que nuestra generación es la más privilegiada -¿o la más desgraciada?- al estar inserta en la llamada sociedad de la información, cuyas tecnologías revolucionarias, a la vez que nos aíslan de nuestro entorno inmediato, nos permiten una inimaginable omnipresencia en todo el mundo. Tenemos a nuestro alcance un mosaico de datos, frases e íconos.
Esto determinó que la percepción que tenemos de nosotros mismos ha cambiado. Nuestra circunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del país en donde radicamos. Nuestros horizontes van más allá del planetario. Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo.
Daniel Fernando López Jiménez, director del Programa de Comunicación y Periodismo de la Universidad de La Sabana, en Bogotá (Colombia), sostiene que la tecnología de comunicación e información redefine las estructuras clásicas que padecían limitantes de espacio y tiempo, en las que era casi imposible comunicar comunidades, pueblos, municipios, estados y países.
Estas tecnologías han dado pie a una sociedad global y multicultural, puesto que la comunicación afecta lo social, ámbito donde se produce uno de los mayores impactos. Esto implica un mestizaje cultural.
Si se produjo un mestizaje racial durante la colonización europea en América, ahora experimentamos una neocolonización de las culturas en la medida que la actual generación de los jóvenes y la que viene detrás de ellos (los niños de hoy) están reconstruyendo el estereotipo de reconocimiento social, redefiniendo la figura del individuo; en suma, la identidad individual y la colectiva, asumiendo estereotipos de culturas exteriores que desplazan a las locales.
“Ahora es normal ver a un japonés asumiendo la cultura punk (o la de un rapero), aunque esto no ocurre en culturas con una arraigada tradición fundamental, como las de Oriente Medio, donde las corrientes o la presión religiosa se sustentan principalmente en su pasado, por eso es muy difícil ver un Aram vestido de punk”, comenta.
Entretanto las culturas venideras, poco o nada quieren saber de la tradición, lo cual no sólo es un efecto de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, sino de la corriente filosófica del siglo XX que ésta en búsqueda del sentido de la vida. Esa exploración comienza con Federico Nietzsche y se prolonga a los pensadores de nuestros días, en ese trayecto el nuevo hombre encontró en la comunicación global los estereotipos de esa cultura global que le sirven y lo identifican con la construcción del nuevo mestizaje y de su propia cultura, es decir su individualidad a partir de mezclas existentes, a la vez que detesta la cultura local.
Así tenemos que, en materia de comunicación, prima la esencia de la persona antes que lo colectivo, entonces es preciso redefinir las culturas, puesto que éstas ya son patrimonio de la humanidad, sin importar la raza o las tradiciones locales, ancestrales o ese mismo mestizaje.
El afán de proteger la identidad de los pueblos es un asunto de la externalidad, no de los pueblos. Algo significativo de la cultura latinoamericana es que la generación de los años 70 quiso rescatar los valores de autenticidad; sin embargo, sus hijos que hoy bordean los 30 o 35 años, redefinen su identidad, contraviniendo la tradición original de la cultura precolombina o mesoamericana.
Esta cultura precolombina está en serio riesgo porque la siguiente generación, es decir los niños de hoy, están consumiendo una masiva información con una fuerte carga ideológica importada de los países del primer mundo, que poco o nada tiene que ver con lo local.
“Mientras los adultos tratan de retener el valor de la identidad local, los niños no se identifican con ella, mientras no haya una proximidad no habrá una manifestación”, precisó.
Sin embargo, López Jiménez, sostiene que es una falacia y un snobismo hablar de una cultura o de un ciudadano global porque los latinoamericanos siempre seremos latinoamericanos y eso no tiene nada de malo, porque cuando nosotros pretendemos acceder a la cultura del primer mundo se nos rechaza por nuestra condición de ciudadanos latinoamericanos.
Esto implica que para unas cosas seremos ciudadanos globales y para otras simplemente unos sujetos que necesitan pedir visa para llegar a los países del primer mundo.
DOCENTES Y CULTURA
Es una gran falacia pensar en esa globalidad cultural, por ello nuestra cultura debemos incluirla en el proceso de aprendizaje y reaprendizaje en los currículos de los colegios y universidades, rescatando ese valor que no nos arrebata la globalización, pese al riesgo que significa la cultura comunicacional.
Para López Jiménez los sistemas educativos latinoamericanos están obsoletos tienen una deuda pendiente con la población, con algunas excepciones como el argentino, el chileno o el brasileño que ya han entrado en la misión de reflexionar a fondo sobre el papel de la cultura.
Está claro que nuestras ciudades se van haciendo más letradas y más cultas -y mientras los docentes no ocupen el espacio público como formadores de hombres y de mujeres para el servicio del bien común y los estados no protejan a os profesores en su calidad de agentes dinamizadores del progreso, y simplemente los contemplen como desempleados de los demás oficios- será muy difícil pensar en una reestructuración real de la transmisión cultural desde las academias.
Es una realidad innegable que los profesores no tienen altas titulaciones en las universidades porque los sistemas educativos no se preocuparon de ellos en el pasado debido a las políticas de gobierno y de Estado, por tanto es muy débil la transmisión de cultura que se da en los colegios y en las universidades.
“Mientras los países no refuercen la estructura de los sistemas educativos será muy difícil transmitir desde ahí la cultura, entonces ésta queda en manos de la familia, la sociedad, el barrio o la localidad, cuya calidad es buena siempre y cuando mantenga los valores estructurales que soportan la sociedad y no usan valores efímeros y mentirosos”, advierte el catedrático.
En estas circunstancias, el reto principal del comunicador es entender las tecnologías. Ahora poco o nada sabe de su enorme potencial y de su finalidad. Eso se aprecia al interior de las empresas, donde las herramientas que usan son las tradicionales; así como en el escenario público del periodismo y del entretenimiento.
Pero también es necesario empezar a producir contenidos para esas nuevas tecnológicas desde la comunicación. Para ello hace falta formarse -no solo en las aulas en esos temas de la realidad social, de la que no puede ser agente neutro mediador, sino en la práctica diaria- que poco o nada opina sobre los asuntos públicos; por el contrario, debe ser un gestor de contenidos. Un periodista que solo sabe de un tema es un modelo de la producción empresarial que ya no existe.
TENER EN CUENTA
López Jiménez no concuerda son los modelos de medición de los niveles de lectura, pues muchas veces se levantan a partir de encuestas guiadas por la venta de libros y periódicos, como instrumentos tradicionales. Estas muestras son demasiado seleccionadas, no representativas.
Es incomprensible que bajen los niveles de lectura si tenemos en cuenta que estamos en la tercera generación de personas que asisten a las universidades, es decir que se trata de gente con mayor estudio.
Además con la llegada del interne los docentes motivan a los estudiantes para que lean más a través estrategias pedagógicas, pues les obligan a buscar información en red, lo cual implica hacer un recorrido por los textos que está indagando; pese a ello ninguna institución contabilízale tiempo que los niños y jóvenes dedican a “navegar”, salvo algunas entidades privadas que tienen cifras más reales.
La lectura en las web sites es multisensorial (textos, imágenes y sonidos). Esto demuestra que se elevan los niveles de lectura, por eso las mediciones tradicionales son inexactas; tampoco se mide la calidad de la información que leen. Las nuevas tecnologías poseen mecanismos de autocensura, especialmente los sitios infantiles que bloquean la información que vulnera dignidad de los menores. Frente a esta amenaza es necesario que los colegios y las universidades formen el criterio de los estudiantes para saber aceptar o rechazar determinada información. La calidad es un valor que tiene el lector actual, ya no es una masa amorfa.
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
Podríamos afirmar que nuestra generación es la más privilegiada -¿o la más desgraciada?- al estar inserta en la llamada sociedad de la información, cuyas tecnologías revolucionarias, a la vez que nos aíslan de nuestro entorno inmediato, nos permiten una inimaginable omnipresencia en todo el mundo. Tenemos a nuestro alcance un mosaico de datos, frases e íconos.
Esto determinó que la percepción que tenemos de nosotros mismos ha cambiado. Nuestra circunstancia no es más la del barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del país en donde radicamos. Nuestros horizontes van más allá del planetario. Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en todo el mundo.
Daniel Fernando López Jiménez, director del Programa de Comunicación y Periodismo de la Universidad de La Sabana, en Bogotá (Colombia), sostiene que la tecnología de comunicación e información redefine las estructuras clásicas que padecían limitantes de espacio y tiempo, en las que era casi imposible comunicar comunidades, pueblos, municipios, estados y países.
Estas tecnologías han dado pie a una sociedad global y multicultural, puesto que la comunicación afecta lo social, ámbito donde se produce uno de los mayores impactos. Esto implica un mestizaje cultural.
Si se produjo un mestizaje racial durante la colonización europea en América, ahora experimentamos una neocolonización de las culturas en la medida que la actual generación de los jóvenes y la que viene detrás de ellos (los niños de hoy) están reconstruyendo el estereotipo de reconocimiento social, redefiniendo la figura del individuo; en suma, la identidad individual y la colectiva, asumiendo estereotipos de culturas exteriores que desplazan a las locales.
“Ahora es normal ver a un japonés asumiendo la cultura punk (o la de un rapero), aunque esto no ocurre en culturas con una arraigada tradición fundamental, como las de Oriente Medio, donde las corrientes o la presión religiosa se sustentan principalmente en su pasado, por eso es muy difícil ver un Aram vestido de punk”, comenta.
Entretanto las culturas venideras, poco o nada quieren saber de la tradición, lo cual no sólo es un efecto de las nuevas tecnologías de la comunicación e información, sino de la corriente filosófica del siglo XX que ésta en búsqueda del sentido de la vida. Esa exploración comienza con Federico Nietzsche y se prolonga a los pensadores de nuestros días, en ese trayecto el nuevo hombre encontró en la comunicación global los estereotipos de esa cultura global que le sirven y lo identifican con la construcción del nuevo mestizaje y de su propia cultura, es decir su individualidad a partir de mezclas existentes, a la vez que detesta la cultura local.
Así tenemos que, en materia de comunicación, prima la esencia de la persona antes que lo colectivo, entonces es preciso redefinir las culturas, puesto que éstas ya son patrimonio de la humanidad, sin importar la raza o las tradiciones locales, ancestrales o ese mismo mestizaje.
El afán de proteger la identidad de los pueblos es un asunto de la externalidad, no de los pueblos. Algo significativo de la cultura latinoamericana es que la generación de los años 70 quiso rescatar los valores de autenticidad; sin embargo, sus hijos que hoy bordean los 30 o 35 años, redefinen su identidad, contraviniendo la tradición original de la cultura precolombina o mesoamericana.
Esta cultura precolombina está en serio riesgo porque la siguiente generación, es decir los niños de hoy, están consumiendo una masiva información con una fuerte carga ideológica importada de los países del primer mundo, que poco o nada tiene que ver con lo local.
“Mientras los adultos tratan de retener el valor de la identidad local, los niños no se identifican con ella, mientras no haya una proximidad no habrá una manifestación”, precisó.
Sin embargo, López Jiménez, sostiene que es una falacia y un snobismo hablar de una cultura o de un ciudadano global porque los latinoamericanos siempre seremos latinoamericanos y eso no tiene nada de malo, porque cuando nosotros pretendemos acceder a la cultura del primer mundo se nos rechaza por nuestra condición de ciudadanos latinoamericanos.
Esto implica que para unas cosas seremos ciudadanos globales y para otras simplemente unos sujetos que necesitan pedir visa para llegar a los países del primer mundo.
DOCENTES Y CULTURA
Es una gran falacia pensar en esa globalidad cultural, por ello nuestra cultura debemos incluirla en el proceso de aprendizaje y reaprendizaje en los currículos de los colegios y universidades, rescatando ese valor que no nos arrebata la globalización, pese al riesgo que significa la cultura comunicacional.
Para López Jiménez los sistemas educativos latinoamericanos están obsoletos tienen una deuda pendiente con la población, con algunas excepciones como el argentino, el chileno o el brasileño que ya han entrado en la misión de reflexionar a fondo sobre el papel de la cultura.
Está claro que nuestras ciudades se van haciendo más letradas y más cultas -y mientras los docentes no ocupen el espacio público como formadores de hombres y de mujeres para el servicio del bien común y los estados no protejan a os profesores en su calidad de agentes dinamizadores del progreso, y simplemente los contemplen como desempleados de los demás oficios- será muy difícil pensar en una reestructuración real de la transmisión cultural desde las academias.
Es una realidad innegable que los profesores no tienen altas titulaciones en las universidades porque los sistemas educativos no se preocuparon de ellos en el pasado debido a las políticas de gobierno y de Estado, por tanto es muy débil la transmisión de cultura que se da en los colegios y en las universidades.
“Mientras los países no refuercen la estructura de los sistemas educativos será muy difícil transmitir desde ahí la cultura, entonces ésta queda en manos de la familia, la sociedad, el barrio o la localidad, cuya calidad es buena siempre y cuando mantenga los valores estructurales que soportan la sociedad y no usan valores efímeros y mentirosos”, advierte el catedrático.
En estas circunstancias, el reto principal del comunicador es entender las tecnologías. Ahora poco o nada sabe de su enorme potencial y de su finalidad. Eso se aprecia al interior de las empresas, donde las herramientas que usan son las tradicionales; así como en el escenario público del periodismo y del entretenimiento.
Pero también es necesario empezar a producir contenidos para esas nuevas tecnológicas desde la comunicación. Para ello hace falta formarse -no solo en las aulas en esos temas de la realidad social, de la que no puede ser agente neutro mediador, sino en la práctica diaria- que poco o nada opina sobre los asuntos públicos; por el contrario, debe ser un gestor de contenidos. Un periodista que solo sabe de un tema es un modelo de la producción empresarial que ya no existe.
TENER EN CUENTA
López Jiménez no concuerda son los modelos de medición de los niveles de lectura, pues muchas veces se levantan a partir de encuestas guiadas por la venta de libros y periódicos, como instrumentos tradicionales. Estas muestras son demasiado seleccionadas, no representativas.
Es incomprensible que bajen los niveles de lectura si tenemos en cuenta que estamos en la tercera generación de personas que asisten a las universidades, es decir que se trata de gente con mayor estudio.
Además con la llegada del interne los docentes motivan a los estudiantes para que lean más a través estrategias pedagógicas, pues les obligan a buscar información en red, lo cual implica hacer un recorrido por los textos que está indagando; pese a ello ninguna institución contabilízale tiempo que los niños y jóvenes dedican a “navegar”, salvo algunas entidades privadas que tienen cifras más reales.
La lectura en las web sites es multisensorial (textos, imágenes y sonidos). Esto demuestra que se elevan los niveles de lectura, por eso las mediciones tradicionales son inexactas; tampoco se mide la calidad de la información que leen. Las nuevas tecnologías poseen mecanismos de autocensura, especialmente los sitios infantiles que bloquean la información que vulnera dignidad de los menores. Frente a esta amenaza es necesario que los colegios y las universidades formen el criterio de los estudiantes para saber aceptar o rechazar determinada información. La calidad es un valor que tiene el lector actual, ya no es una masa amorfa.
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