Por:. Guido Sánchez Santur
El ser humano es creativo por naturaleza; sin embargo,
se ha generalizado la idea de que esta condición es propia de los artistas.
Realmente sacamos a relucir la creatividad en cada circunstancia que usamos la
inteligencia: en el trabajo, la ciencia, la matemática, las relaciones humanas,
los negocios, los viajes, etc.
Para el educador y escritor, Ken Robinson, la inteligencia comprende tres elementos: imaginación, creatividad e innovación.
La creatividad es un proceso, no un suceso. Es algo que se va cultivando paulatinamente. |
Mientras tanto, la creatividad consiste en echar a
andar la imaginación, es el proceso práctico de crear algo, de tener ideas
originales y con valor, es materializar esas imágenes visuales.
Los procesos creativos consisten en hacer borradores
constantemente a medida que va evolucionando o madurando la idea preconcebida y
que siempre acaba de manera distinta a lo que se pensó al inicio; ocurre, a
veces, que el producto final no siempre es lo que uno quiere. Lo importante es
que es algo nuevo para mi (no necesariamente original) porque es la primera vez
que lo hago o logro y me emociona y genera satisfacciones.
En consecuencia, el mito de que solo los artistas son
creativos nos encasilla y mutila el ingenio innato que aflora al momento de
resolver situaciones cotidianas que nos ponen a prueba y desarrollan esta
habilidad.
La curiosidad con la que llegan los niños alimenta su
creatividad, por eso cuando los restringimos con el pretexto de que se pueden
lastimar o que van a deteriorar lo que tienen en manos y no encaminamos esa
energía o entusiasmo estamos anulándolos y encasillándolos en esquemas que de
pronto funcionaron para nosotros y que para ellos carecen de sentido o les
resultan estériles.
Cuando la creatividad se circunscribe al extremo de
los especialistas, los seres de a pie se convierten en zombis, sin la
posibilidad de trastocar su realidad, su caos, sus circunstancias; a expensas
de los salvadores en un mundo mesiánico donde la individualidad ha perdido
vigencia y solo rige la voz de los expertos, de los ilustrados. La sabiduría se
tiñe de pasado anquilosado, de leyenda sin sentido.
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