27/11/06

LA DERROTA DEL APRA

Una derrota anunciada y
una lección aprendida

• Una reflexión tras la caída del Apra


Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com


Sus historias son parecidas. El PRI y el APRA se fundaron con solo un año de diferencia, el primero lo hizo Plutarco Elías Calles, en 1929, en México y el segundo Víctor Raúl Haya de la Torre, en 1930, en Perú. La Alianza Popular Revolucionaria Americana, tuvo un fuerte arraigo en el país azteca (en 1924 se funda en ese país centroamericano) y, al igual que el Partido Revolucionario Institucional, fue de corte izquierdista, aunque este último tuvo marcada diferencia: su pronto ascenso al poder.
Mientras el PRI se mantuvo en el Gobierno durante 60 años, el APRA solo estuvo en el periodo 1985-1990, al término del cual dejó al país sumido en una alarmante crisis económica y envuelto en una atmósfera de corrupción. Desde julio de este año se inició un nuevo periodo gubernamental aprista que se prolongará hasta 2011.
Sin embargo, a pesar de los reveses electorales a nivel nacional antes, durante y después el decenio fujimontesinista, Trujillo se mantuvo como un imbatible bastión por más de 30 años. La razón no es otra que ser la cuna del maestro Víctor Raúl, a la que se sumó ese capitulo de la historia del partido que se escribió con sangre (la revolución 1932) cuando fue fusilado un grueso número de militantes, teniendo como único testigo a las mudas murallas de la ciudadela de Chan Chan, cuyo recuerdo aviva los sentimientos de los viejos y jóvenes apristas.
Hasta la década del 80, el partido mantenía una fortaleza ideológica bien marcado, gracias a la presencia de connotadas figuras, que inspiraban autoridad y respeto: Luis Alberto Sánchez, Andrés Towsend Ezcurra, Juvenal Níque, Javier Valle Riestra, Ramiro Prialé, etc. Esa generación de ideólogos terminó y no fue reemplazada, los que quedaron se dedicaron a la política partidaria y se olvidaron de la intelectualidad, instaurándose una suerte de caudillismo que desde Lima digita e impone las representaciones regionales, ya sean dirigentes o candidatos.
Esta búsqueda del poder por el Poder fueron minando la estructura del partido y desencadenaron un recelo entre los militantes, un resentimiento que durante las épocas electorales se ocultaba en aras de ese sentimiento y la unidad aprista.
Esta situación se agrava el año pasado a raíz de la designación de candidatos para el Congreso de la República. Entonces hubo denuncias de serias irregularidades al interior del partido, pero se amainaron con medidas disciplinarias (sanciones, procesos y expulsiones). Este año el mecanismo fue similar con la designación de los candidatos a los gobiernos regionales y municipales, desatándose un descontento generalizado entre los militantes, puesto que ‘los escogidos’ no reflejaban el sentir de las bases, la democracia interna había sido sustituida por la ‘dedocracia’).
A todas luces se evidenció que al interior de esa organización política existen fuertes grupos de poder con aspiraciones ajenas a las enseñanzas del maestro Víctor Raúl. Como respuesta, la militancia parece que hizo un pacto implícito para asestar una lección a la dirigencia nacional: votar contra el candidato que simbolizó el centralismo partidario.
Así se concreta la estrepitosa caída electoral del candidato a la Municipalidad de Trujillo, Moisés Arias Quezada, precisamente cuando Alan García Pérez ostenta la más alta magistratura del país, tras llegar al poder con una votación que se aproximó al 70 por ciento en La Libertad.
Esto demuestra que los ciudadanos trujillanos, especialmente los militantes apristas, aprendieron a distinguir el papel que juega el gobierno local, pero sobretodo de que los dirigentes nacionales deben tener mayor respeto por la voluntad de las bases, que hicieron del domingo 19 de noviembre un día muy especial que quedará registrado en la historia de la Política nacional, como fatídica fecha del APRA en Trujillo.
• CUANDO EL RIO SUENA
Es que no solo era la digitación limeña, sino también un halo de corrupción que se levantó como polvareda tras conocerse los candidatos al municipio de Trujillo y a la región. Fue la misma secretaria regional, Miriam Pilco Deza, después de ser desembarcada como candidata al Gobierno Regional, quien denunció la existencia de una mafia al interior del partido que manejó a su antojo este proceso.
Inclusive el hoy presidente regional, José Murgia Zannier fue acusado de ‘comprar’ para ser elegido en el plenario nacional. Pilco Deza no dudó en involucrar estas males artes al congresista Luís Alva Castro. Para abundar en estos sinsabores intestinos, el candidato a la alcaldía de Trujillo Moisés Arias (el perdedor), inició su campaña arremetiendo contra Murgia Zannier y marcó distancia al anunciar que, de ser electo, iba a auditar su gestión edil.
Este fue un mensaje claro para los electores. Si los propios dirigentes denuncian estos supuestos, hay razón para creerles, quien más puede conocer mejor el contexto de la madriguera que quien vive en ella. Un indicio de primera mano. Más aún cundo la revelación fue acompañada del anuncio de una denuncia penal ante el Ministerio Público, la que, por conveniencias partidarias y electorales, no se concretó.
Para abundar en estos indicios –post morten- el presidente regional en ejercicio, Homero Burgos Oliveros, lanzó otra grave acusación contra el secretario general del partido, Mauricio Mulder, supuestamente habría cobrado cupos para la designación de las candidaturas en el país. La reacción fue inmediata, Murgia le invocó la presentación de pruebas (sic), mientras el aludido respondió endilgándole la responsabilidad de la derrota en Trujillo y anunció un proceso disciplinario.
­LA LECCIÓN DEL PRI
En el caso del PRI, en el 2000 se logró lo impensable, por primera vez en su historia, perdía la presidencia de la República ante Vicente Fox Quesada. Se materializó una derrota ya anunciada desde dos procesos electorales anteriores.
Este fracaso se prolongó al 2 de julio 2006, cuando ganó las elecciones generales el conservador Felipe Calderón (Partido Acción Nacional), pese a la candidatura del ex alcalde de Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, de reconocida trayectoria política y mucho arraigo popular.
La explosión se inició en el seno del mismo partido tricolor, con las consabidas divisiones internas entre la presidencia y la secretaría del partido que abrieron sendas discusiones políticas en la ciudadanía. Con estas luchas se inició la revelación de mafias e intereses individuales que las conformaban.
Como ocurrió en Trujillo, los priístas dijeron que todo lo tenían pensado y bajo control. Dominaban el terreno de la burocracia partidaria a través del Comité Ejecutivo Nacional. Los militantes más preparados, con años de experiencia en cuantas mañas y escondrijos tienen las urnas, los respaldaban. Nada, o casi nada había sido dejado al azar.
Como lo hizo el Apra amparado en la figura del maestro Víctor Raúl Haya de la Torre y en Alan García Pérez, diseñaron una intensa campaña de propaganda, pero algo les falló. César Acuña Peralta, el rival partidario comenzó a ganar la partida, con varias semanas de anticipación, tal como mostraban las encuestas de popularidad y de propensión al voto. El final ya estaba cantado.
LO QUE SE PUEDE VENIR
La derrota en las dos últimas elecciones presidenciales coloca como el gran perdedor al PRI. Así lo muestra una comparación elemental de las dos recientes elecciones presidenciales, la de 2000, cuando el candidato Francisco Labastida consiguió poco más de 13.5 millones de votos, 36.5% de los sufragios, y la de este año -seis años después-, en donde el candidato Roberto Madrazo alcanzó sólo 8.3 millones de votos, 21.5% del total de los sufragios emitidos. En sólo seis años, entre las elecciones presidenciales de julio de 2000 y julio de 2006, el PRI perdió 15 puntos porcentuales -poco más de 6 millones de votos-, lo que significa alrededor de 45% de su caudal electoral. Un desastre político electoral, por donde se le vea. Eso sin contar con la erosión que sufrió en las elecciones federales para renovar las cámaras del Congreso, en donde el Revolucionario Institucional cayó al tercer lugar.
Pero la tragedia que vivió el PRI no es "una burbuja" en la vida electoral de ese partido, y menos se le puede acreditar a un error estratégico producto de una fallida jornada electoral -lo que le puede pasar a cualquier fuerza política-, sino que se inscribe como la más severa crisis de identidad, ideológica, doctrinaria, política y operativa que ha vivido en sus 77 años de existencia. A seis años de perder la hegemonía presidencial, y durante un quinquenio en el que daba muestras de una notable recuperación electoral, al final de cuentas el PRI se "desfondó" en una elección que era fundamental y estratégica para su vida interna.
AUSENCIA INSTITUCIONAL
El aprista Marco Uriol Villacorta reseña que la crisis del APRA se remonta a finales del año 1980 y se hace más evidente en los 90. De tal manera que esta no es la única derrota en la ciudad de Trujillo, catalogada como la cuna de este partido. En las elecciones presidencias del año 1995 esta organización política solo ocupó el tercer lugar con 14,05 por ciento de los votos emitidos, después de Cambio 90 con 57.66 por ciento y Unión por el Perú Posible con 22.09 por ciento.
La derrota contundente sucedió durante las elecciones generales de 200, cuando el APRA sólo alcanzó un 4,03 por ciento, frente al 45,03 por ciento de Perú Posible y 41,68 por ciento de Alianza Electoral Perú 2000.
Esta ausencia de representatividad electoral fue superada por la participación directa de Alan García Pérez que casi gana las elecciones en el 2001 frente a Toledo y que contribuyó a que en las elecciones municipales de 2002, gane el 37,03 por ciento de los votos emitidos, ocupando el segundo lugar Fuerza Democrática (26 por ciento). El bastión en Trujillo era fuerte, pero no necesariamente por la fortaleza del APRA sino por la figura del entonces alcalde, José Murgia Zannier. Está claro que la institucionalidad del partido en estas dos décadas se mantuvo quebrantada y solo tiene relevancia con cuando están presentes las poquísimas figuras que tienen popularidad.

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