24/9/07

TERREMOTO EN ICA

Desastre, desesperación e improvisación

Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com

La noche del viernes 15 d agosto de 2007 un fuerte sacudón de la tierra nos sacó del letargo a los peruanos. Nos hizo despertar de ese afán triunfalista al que nos está acostumbrando el gobierno con el argumento de que el TLC con Estados Unidos está a punto de concretarse y que debemos sentirnos orgullosos por que tenemos una macro economía rebosante, gracias a las divisas que nos dejan las exportaciones.
Ésta es otra fecha importante que registrará la historia del Perú, entre esa larga lista de desgracias que nos azotan. Ahora, con el agravante, de que las autoridades demostraron que no están preparadas para responder de inmediato ante las emergencias, como lo sufren en carne propia las poblaciones de Ica, Pisco, Nazca, Paracas, Cañete. Eso ya se veía venir desde las incendiarias movilizaciones sindicales de los últimos meses que no fueron controladas inteligentemente, sino con prepotencia y pedantería.
De que la administración pública es lenta, eso nadie lo duda. En parte se explica por la burocracia mal acostumbrada, pero en estos casos y cuando la vida de miles de personas está en juego, esta actitud debe cambiar.
Veamos. Tres horas después de ocurrido el terremoto que sacudió a casi todo el Perú, el mismo presidente de la República Alan García Pérez, estaba mal informado y, como tal, nos desinformó. Agradeció a Dios porque “no hubo un inmenso número de víctimas”, no más de 17, y que “felizmente no había ocurrido una catástrofe”. Al parecer, sin consultar a los especialistas, dijo que fueron dos sismos, cuando los sismólogos ratificaron que sólo hubo uno.
El reprobable colapso del sistema de comunicación no lo exime de su responsabilidad, pues las entidades del Gobierno tienen, o deberían tener, otras formas de mantenerse en contacto. Está el Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina de Guerra, la Policía Nacional o Defensa Civil que pudieron proveerle información confiable respecto de las reales secuelas del sismo. Y si no las tuvo a causa de la ineficiencia del aparato estatal se hubiera ahorrado ese mensaje.
Con ese dato ‘oficial’, de quien representa a los peruanos, entonces quien iba a actuar con prontitud, como lo exige este tipo de emergencias (Defensa Civil, los bomberos o el Ejército), mientras tanto, cada minuto que pasaba decenas de compatriotas dejaban de existir bajo las toneladas de escombros.
Al siguiente día llegó el presidente de la República Alan García Pérez con las manos vacías, sólo con promesas de que la ayuda llegaría después. Esta actitud exacerbó los ánimos de los afectados, quienes a gritos le exigían agua, abrigo y alimentos; pero sobretodo apoyo para rescatar a los sobrevivientes y cadáveres.
Hasta entonces Defensa Civil ni siquiera hacía acto de presencia, sólo los bomberos estaban desde las 8 de la mañana del jueves, quienes por su cuenta arribaron para sumarse a las brigadas que se habían organizado entre los mismos pobladores. La presencia del Estado, en términos reales, era nula. Esto prosiguió posteriormente en una tremenda desorganización e improvisación al momento de distribuir la ayuda que llegó de todos los rincones del país y del extranjero, como una muestra de la inmensa solidaridad latente en el pueblo peruano. A 10 días del desastre aún se evidencia este desorden.
El mismo congresista del Apra, Edgar Núñez, quien perdió varios familiares a causa del terremoto, confirmó ese caos y criticó la falta de reacción y organización del Ejecutivo. Él llegó a Pisco la misma noche del desastre y fue testigo del abandono y desconcierto reinante.
• FRENTE EXTERNO
Los responsables del barco-hospital Confort, que recientemente estuvo en Salaverry ofrecieron retornar de Ecuador y trasladarse a Pisco a fin de atender a los heridos, siempre y cuando las autoridades lo soliciten, pero nadie lo hizo.
Así las cosas. La desorganización rebasó los límites nacionales, pues los brigadistas extranjeros que ayudan en el rescate dieron cuenta de la lentitud con que se distribuye la ropa y los alimentos. Estas versiones fueron recogidas por diarios españoles, en detrimento de la imagen de nuestro país.
Los peruanos y la comunidad latina residente en Estados Unidos expresaron su preocupación porque en Nueva York querían donar dinero, pero no había ninguna cuenta oficial para canalizarlo, situación similar se presentó en otras misiones del mundo; ya que la pagina web del Indeci ni de la Cancillería tenían nada al respecto. Sí hay varias cuentas particulares abiertas, pero conducen a la confusión y a la desconfianza. Lo ideal es que se hubieran abierto cuentas en los principales países, puesto que los depósitos hacia las que están en bancos peruanos implican pagos de hasta 40 dólares, con lo cual se resta la ayuda.
Asimismo, el Gobierno debió establecer convenios con las empresas que envían remesas (Western Union, Orlandi Valutta, Banco de Crédito, Interbank y otros) para que los envíos destinados a la ayuda humanitaria no se cobren tasas o éstas tengan un tratamiento especial.
LECCION APRENDIDA
“Ica era el corazón de la alegría para los corifeos del neoliberalismo. La economía marchaba allí como por un tubo hacia el desarrollo, no había desempleo, los agroexportadores -chilenos en su mayoría- vendían cada año 600 millones de dólares. De pronto, el miércoles 15, se demostró que en Ica no existía siquiera un buen hospital. El nosocomio principal se vino abajo y en su interior no había ni equipo, ni laboratorios, ni médicos, ni vendas, ni lechos suficientes”, comenta el periodista César Lévano.
La Libertad es una región con similares características agroexportadoras, sin embargo, pese a los argumentos sobre la necesidad de contar con un Hospital Nacional, porque los existentes están con su capacidad copada, las autoridades del Gobierno se han hecho de la vista gorda. ¿Acaso querrán trasladar a Lima a los pacientes en un eventual desastre?, poniendo en peligro la vida de las personas, como lo están haciendo en Ica.
Un amigo residente en Ottawa (Canadá) me contó que la semana pasada se registró un dantesco incendio en un barrio de inmigrantes. De inmediato se activaron las alarmas y los bomberos rescataron a las familias sin que haya ningún herido, pese a que el edificio quedó inhabitable. Allí el Estado puso en marcha, como si estuvieran programados, los instrumentos de acción.
Las familias que se quedaron sin techo fueron reubicadas. Las ayudas, tan caras al Gobierno, no se hicieron esperar. Este es el Estado del Canadá que en Latinoamérica sería acusado de "elefantiásico" o, en los términos del extinto escritor Octavio paz, "el ogro filantrópico".
Este es un Estado que los norteamericanos ven con envidia porque es capaz de procurar bienestar, seguridad y apoyo sin, por ello, impedir la generación de riqueza por parte los agentes privados. Es el Estado que impone reglas y hace que la gente no haga lo que le da la gana cuando quiere zurrarse en el interés social o el medio ambiente. En la Constitución peruana de 1979 se decía que "el derecho de propiedad se ejerce en armonía con el interés social". Esto en Canadá es lo normal. En el Perú es una frase comunista.
Cuando el crecimiento económico se asienta en lo que el gran historiador Jorge Basadre llamó "el Estado empírico y el abismo social" ocurren espejismos de crecimiento, como el de Ica. Lamentablemente, son las tragedias las que ponen a prueba la fortaleza de un sistema social. Y esta última tragedia nos hizo, otra vez, pisar tierra. Estuvimos mirando con triunfalismo y autocomplacencia las cifras macroeconómicas. Hemos predicado -y nos lo habíamos creído- que el Perú caminaba al desarrollo con "piloto automático".
Tras la década neoliberal, hoy vivimos en carne propia lo absurdo que es achicar y debilitar el Estado haciéndolo abdicar inclusive de sus funciones básicas. Hoy nos damos cuenta que seguimos siendo un conjunto de personas viviendo en islas separadas y agrupadas en torno a un Estado que está lejos de ser siquiera un "ogro filantrópico". Lástima que la conciencia aflore sólo en circunstancias trágicas.
NADIE ESCUCHÓ ADVERTENCIAEl gobierno peruano ignoró la alerta hecha en 2005 por el científico Hernando Tavera respecto del latente peligro de un terremoto de grandes proporciones en la sureña región de Ica.
Tavera es director de Sismología del Instituto Geofísico del Perú (IGP), que entregó al Instituto de Defensa Civil (Indeci) sobre los riesgos del cataclismo.
‘Lima continúa en ese peligro latente’, alertó Tavera al cuestionar la actitud del gobierno que incluso no lo consultó el miércoles último, cuando ocurrió el sismo, y divulgó datos imprecisos.
Tavera recordó que en 1974 se registró un terremoto en Lima e indicó que “mientras más lejos esté la fecha del último sismo más cerca estamos de que ocurra (otra vez esa eventualidad)”, manifestó.
El titular del IGP manifestó que desconocía de dónde el presidente Alan García sacó la versión de que fueron dos terremotos. “Fue uno solo que duró 3.3 minutos y que en su punto más crítico tuvo una escala de 7.5 grados”, indicó tras añadir que Perú no está preparado para enfrentar un terremoto de gran magnitud.
MAS INFO
El terremoto dejó 540 muertos, 1,700 heridos y 176 mil damnificados; asimismo, 35,214 viviendas destruidas. El mayor impacto se registró en Pisco (240 km. al sur de Lima) con 335 muertos. Para que no se repitan estas desgracias el Gobierno debería establecer una política orientada a normar que toda construcción tenga un diseño antisísmico, aun cuando no sea de material noble. La Universidad Católica ya ha avanzado en este tema (http://www.ceresis.org/proyect/adobe.htm), cuya propuesta se podría trabajar con las NN.UU. o someter a un concurso internacional.

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