del bosque de Tingana
Guido Sánchez Santur
sasagui35@gmail.com
¡Oiga¡, ¿por qué le dicen río Avisado?. Esta fue la pregunta que saltó a flor de labios, casi al unísono entre todos los miembros de la delegación que íbamos a bordo de la tambaleante canoa que nos adentraba en la espesura del bosque, sorteando troncos y ramas que se prolongaban desde la orilla.
“‘¡Ah¡. Este nombre le pusieron hace muchos años las primeras personas que empezaron a utilizar este río. Dicen que se debe a que algunos iban desprevenidos en los botes y se golpeaban la cabeza en las ramas, entonces quedaban avisados de que en cualquier momento podían toparse con otro tronco que incluso los hacía caer del bote”, nos comenta el guía, un jovencito de la comunidad de Tingana, que ha encontrado en el turismo su principal ingreso económico.
Como los muchos que han visitado esta Reserva Ecológica Río Avisado –Tingana, con más de cinco mil hectáreas, habíamos escogido esta ruta en busca de los famosos monos, que alrededor de las 10 de la mañana suelen salir a jugar en las copas de los árboles, en un paraje, alejado de las viviendas de los lugareños, y donde hay un cartelito con el dibujo de un primate.
Para llegar hasta aquí habíamos viajado más de 15 horas, en ómnibus desde Trujillo, por una carretera asfaltada y entre una persistente lluvia, pero sin mayores contratiempos. La experiencia en medio de la naturaleza vivificante, lo merecía.
Ya en Moyobamba, la Ciudad de las Orquídeas, a las 6 de la mañana abordamos una combi que en una hora nos llevaría hasta el Puerto La Boca, en el navegable río Mayo. Aquí nos embarcamos en un bote fuera de borda que, en un recorrido de 40 minutos, nos lleva al río Avisado, un estrecho afluente del Mayo que nos lleva directamente al la comunidad de Tingana.
Los amables anfitriones nos reciben con la mayor cordialidad posible, propia de los moyobambinos. Valga la acotación para elogiar el gesto de esta gente que a todos saluda con una amplia sonrisa, sea quien fuere y de donde viniere. Ellos nos ofrecen apetitosas frutas, principalmente los plátanos maduros y el infalible desayuno típico.
En medio de la selva, arrullados por el constante trinar de las aves, los visitantes tienen la posibilidad de dormir en los bungalows habilitados con materiales rústicos, a tan solo 10 soles la noche. La aventura empieza aquí, subiendo a los miradores instalados en las copas de los elevados árboles, desde donde atisbamos la inmensa maravilla del bosque.
• CUESTA ARRIBA
La travesía, a contra corriente del río Avisado, prosigue, pero ya no en bote sino en una canoa impulsada con remos de madera, que los mismos viajeros conducen. En este trayecto cuesta arriba, el trayecto es más lento, venciendo la fuerza del agua y esquivando las ramas de los árboles que cruzan de una orilla a la otra.
Después de media hora llegamos a un paraje donde los jóvenes guías han armando un columpio, sobre un suelo fangoso, utilizando bejucos o lianas. Nuestros anfitriones son los primeros en subirse a un árbol para impulsarse desde ahí, luego retan insistentemente a los presentes para que hagan lo propio, poniendo a prueba su valentía y que, por un instante, emulen a Tarzán.
Entre risas, chacota y carcajadas, otra vez subimos a los botes y proseguimos la búsqueda de los monos, llegamos al lugar indicado. A esa hora ya deben haberse salidos los machines negros, los pichines y los frailes; jugando y saltando de una rama a otra. Nos quedamos en silencio, hasta casi percibir el zumbido de los zancudos y los mosquitos, pasa el tiempo y nada.
Empezamos a hablar en silencio y luego más fuerte. “Creo que se han tomado su día de descanso”, dice alguien en son de broma. En este sitio suelen salir con regularidad, pero esta vez no lo hicieron, no tuve la suerte de verlos en su hábitat, será para otra vez, al fin estos animalitos solo son una parte de toda esa experiencia.
Avanzamos hasta el otro mirador, que está en un viejo y grueso árbol que se sostiene, inclinado sobre el río. Subimos y oteamos a los cuatro puntos cardinales. No hay duda que la naturaleza es la expresión más grande de la existencia humana. Este lugar es aparente para observar y fotografiar las variadas especies de aves, como el paucar, esa que solo conocía por las leyendas, o las multicolores y señoriales mariposas.
A nuestro retorno, no soporto la curiosidad por saber qué especie de árboles son aquellos que crecen a la orilla del río, cuyas raíces las extienden cual redes desde su tronco o ramas, proyectándolas hacia el agua o al suelo fangoso. Muy parecidos a los manglares de Tumbes.
Se trata del Renaco. Los colonos le dicen el árbol que camina, porque a través de sus raíces gana un amplio territorio. Estos crecen en los humedales, como el Tingana, el pantano más alto del mundo.
En la selva casi todo tiene su leyenda, y Tingana no es la excepción. Esta palabra hace referencia al juego de los niños con choloques (tingar). Cuando los abuelos eran pequeños se decían entre sí: “tinga y gana, tinga y gana o tingana, tingana”, nos narró con detalles la mujer que nos despidió, mientras saltábamos al bote que nos sacaría de ese pequeño paraíso.
Con la emoción al tope, enrumbamos a la sosegada ciudad de Moyobamba que nos acogió con sus exquisitas cecinas, su singular tacacho y sus variados tragos exóticos que nos transportan a otra experiencia sin par.
TURISMO SOSTENIBLE
Emerson Cabrera Isuiza es un colono que hace cuatro años entendió que el manejo sostenible de esta reserva significa un negocio rentable, no solo por los ingresos turísticos, sino porque ello permitía dejar de talar los frondosos árboles para venderlos como madera.
Es así como varias familias se juntan y dan origen a la Asociación de Desarrollo del Ecoturismo y Conservación del Aguajal Renacal (Adecar), para luego someterse a una constante capacitación y pasantías a otras áreas protegidas con la finalidad de conocer otras experiencias y replicarlas en Tingana.
Los miembros de esta comunidad están convencidos que el turismo de naturaleza, rural o ecoturismo es la nueva tendencia de fuerza en el mundo y para ello están preparados.
En este contexto, la GTZ, organismo de cooperación alemán, en el marco de su proyecto de impulso del Biocomercio en la región San Martín, empezó a apostar por el ecoturismo y entabló alianzas con las comunidades locales para que esta actividad siga creciendo.
Este bosque inundado cuenta con dos épocas muy marcadas en el año: la húmeda (de noviembre a mayo) y la seca (de junio a octubre). En ambas se podrá visitarla, aunque en la húmeda los paseos en canoa son más extensos. Lo ideal es hacer tours más grandes que incluyan otras zonas aledañas y así abaratar los costos.
Para ingresar esta reserva es necesario vestir ropa ligera y no olvidarse del repelente. Para preservar intacta la zona, no bote basura al río ni durante las caminatas.
sasagui35@gmail.com
¡Oiga¡, ¿por qué le dicen río Avisado?. Esta fue la pregunta que saltó a flor de labios, casi al unísono entre todos los miembros de la delegación que íbamos a bordo de la tambaleante canoa que nos adentraba en la espesura del bosque, sorteando troncos y ramas que se prolongaban desde la orilla.
“‘¡Ah¡. Este nombre le pusieron hace muchos años las primeras personas que empezaron a utilizar este río. Dicen que se debe a que algunos iban desprevenidos en los botes y se golpeaban la cabeza en las ramas, entonces quedaban avisados de que en cualquier momento podían toparse con otro tronco que incluso los hacía caer del bote”, nos comenta el guía, un jovencito de la comunidad de Tingana, que ha encontrado en el turismo su principal ingreso económico.
Como los muchos que han visitado esta Reserva Ecológica Río Avisado –Tingana, con más de cinco mil hectáreas, habíamos escogido esta ruta en busca de los famosos monos, que alrededor de las 10 de la mañana suelen salir a jugar en las copas de los árboles, en un paraje, alejado de las viviendas de los lugareños, y donde hay un cartelito con el dibujo de un primate.
Para llegar hasta aquí habíamos viajado más de 15 horas, en ómnibus desde Trujillo, por una carretera asfaltada y entre una persistente lluvia, pero sin mayores contratiempos. La experiencia en medio de la naturaleza vivificante, lo merecía.
Ya en Moyobamba, la Ciudad de las Orquídeas, a las 6 de la mañana abordamos una combi que en una hora nos llevaría hasta el Puerto La Boca, en el navegable río Mayo. Aquí nos embarcamos en un bote fuera de borda que, en un recorrido de 40 minutos, nos lleva al río Avisado, un estrecho afluente del Mayo que nos lleva directamente al la comunidad de Tingana.
Los amables anfitriones nos reciben con la mayor cordialidad posible, propia de los moyobambinos. Valga la acotación para elogiar el gesto de esta gente que a todos saluda con una amplia sonrisa, sea quien fuere y de donde viniere. Ellos nos ofrecen apetitosas frutas, principalmente los plátanos maduros y el infalible desayuno típico.
En medio de la selva, arrullados por el constante trinar de las aves, los visitantes tienen la posibilidad de dormir en los bungalows habilitados con materiales rústicos, a tan solo 10 soles la noche. La aventura empieza aquí, subiendo a los miradores instalados en las copas de los elevados árboles, desde donde atisbamos la inmensa maravilla del bosque.
• CUESTA ARRIBA
La travesía, a contra corriente del río Avisado, prosigue, pero ya no en bote sino en una canoa impulsada con remos de madera, que los mismos viajeros conducen. En este trayecto cuesta arriba, el trayecto es más lento, venciendo la fuerza del agua y esquivando las ramas de los árboles que cruzan de una orilla a la otra.
Después de media hora llegamos a un paraje donde los jóvenes guías han armando un columpio, sobre un suelo fangoso, utilizando bejucos o lianas. Nuestros anfitriones son los primeros en subirse a un árbol para impulsarse desde ahí, luego retan insistentemente a los presentes para que hagan lo propio, poniendo a prueba su valentía y que, por un instante, emulen a Tarzán.
Entre risas, chacota y carcajadas, otra vez subimos a los botes y proseguimos la búsqueda de los monos, llegamos al lugar indicado. A esa hora ya deben haberse salidos los machines negros, los pichines y los frailes; jugando y saltando de una rama a otra. Nos quedamos en silencio, hasta casi percibir el zumbido de los zancudos y los mosquitos, pasa el tiempo y nada.
Empezamos a hablar en silencio y luego más fuerte. “Creo que se han tomado su día de descanso”, dice alguien en son de broma. En este sitio suelen salir con regularidad, pero esta vez no lo hicieron, no tuve la suerte de verlos en su hábitat, será para otra vez, al fin estos animalitos solo son una parte de toda esa experiencia.
Avanzamos hasta el otro mirador, que está en un viejo y grueso árbol que se sostiene, inclinado sobre el río. Subimos y oteamos a los cuatro puntos cardinales. No hay duda que la naturaleza es la expresión más grande de la existencia humana. Este lugar es aparente para observar y fotografiar las variadas especies de aves, como el paucar, esa que solo conocía por las leyendas, o las multicolores y señoriales mariposas.
A nuestro retorno, no soporto la curiosidad por saber qué especie de árboles son aquellos que crecen a la orilla del río, cuyas raíces las extienden cual redes desde su tronco o ramas, proyectándolas hacia el agua o al suelo fangoso. Muy parecidos a los manglares de Tumbes.
Se trata del Renaco. Los colonos le dicen el árbol que camina, porque a través de sus raíces gana un amplio territorio. Estos crecen en los humedales, como el Tingana, el pantano más alto del mundo.
En la selva casi todo tiene su leyenda, y Tingana no es la excepción. Esta palabra hace referencia al juego de los niños con choloques (tingar). Cuando los abuelos eran pequeños se decían entre sí: “tinga y gana, tinga y gana o tingana, tingana”, nos narró con detalles la mujer que nos despidió, mientras saltábamos al bote que nos sacaría de ese pequeño paraíso.
Con la emoción al tope, enrumbamos a la sosegada ciudad de Moyobamba que nos acogió con sus exquisitas cecinas, su singular tacacho y sus variados tragos exóticos que nos transportan a otra experiencia sin par.
TURISMO SOSTENIBLE
Emerson Cabrera Isuiza es un colono que hace cuatro años entendió que el manejo sostenible de esta reserva significa un negocio rentable, no solo por los ingresos turísticos, sino porque ello permitía dejar de talar los frondosos árboles para venderlos como madera.
Es así como varias familias se juntan y dan origen a la Asociación de Desarrollo del Ecoturismo y Conservación del Aguajal Renacal (Adecar), para luego someterse a una constante capacitación y pasantías a otras áreas protegidas con la finalidad de conocer otras experiencias y replicarlas en Tingana.
Los miembros de esta comunidad están convencidos que el turismo de naturaleza, rural o ecoturismo es la nueva tendencia de fuerza en el mundo y para ello están preparados.
En este contexto, la GTZ, organismo de cooperación alemán, en el marco de su proyecto de impulso del Biocomercio en la región San Martín, empezó a apostar por el ecoturismo y entabló alianzas con las comunidades locales para que esta actividad siga creciendo.
Este bosque inundado cuenta con dos épocas muy marcadas en el año: la húmeda (de noviembre a mayo) y la seca (de junio a octubre). En ambas se podrá visitarla, aunque en la húmeda los paseos en canoa son más extensos. Lo ideal es hacer tours más grandes que incluyan otras zonas aledañas y así abaratar los costos.
Para ingresar esta reserva es necesario vestir ropa ligera y no olvidarse del repelente. Para preservar intacta la zona, no bote basura al río ni durante las caminatas.
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